martes, 24 de marzo de 2015

Este es el momento de... Elefantes

Una vez más lo han vuelto a conseguir. Elefantes han hecho que vuelva a emocionarme y a sentirme lleno. Me han llevado hasta lo más alto y me han permitido saborear unas canciones que desbordan humildad, honestidad y vitalidad. Unas canciones que se sienten, que se hacen también mías, que enfocan cada momento con nuevos colores y destilan buenas vibraciones.

El pasado viernes 20 de marzo asistí al concierto que Elefantes dieron en el Teatro de las Esquinas de Zaragoza. Hacía un año que los había visto en esta misma gira de su último disco “El Rinoceronte”. Entonces arrancaban la ronda de conciertos y ahora, tras muchos kilómetros recorridos y muchas plazas toreadas, la gira se ha transformado y el repertorio ha crecido. Elefantes están mucho más cómodos en el escenario (y es que hay que entender que cuando volvieron con “El Rinoceronte” el grupo llevaba separado 8 años) y las canciones suenan mucho más directas, mucho más sueltas. Me encantó ver la transformación del repertorio y del espíritu de la gira tras este año completo de rodaje. Zaragoza era testigo de esto y nos hacía partícipes a todos los presentes en el concierto del viernes de una experiencia más valiente y a la vez más íntima y por momentos más nervuda. “El Rinoceronte” estaba de vuelta, pero esta vez con más contundencia, más energía y también con más verdad. Conciertos como éste son de los que no se olvidan, de los que transmiten y su poso queda dentro de ti para poder volver a él una y otra vez.


El concierto comenzaba asumiendo más riesgos, sorprendiendo con un tema de su primer disco, el olvidado “El hombre Pez”, concretamente con una canción reposada, pero eterna, de las que te permiten entrar en el ambiente deseado por el grupo poco a poco. “No quieras más” era la primera gran sorpresa de la noche y el concierto no había hecho más que empezar. Después se sucedieron algunos temas de su último disco para volver a sorprendernos con la que para mí fue la canción más emocionante de la noche: la versión de “Lucha de Gigantes”. Una de las canciones que más me emocionan y con la que Elefantes se atrevieron con su visión particular después de haberla compartido con el maestro Antonio Vega muchos años atrás. Otra grata sorpresa por lo inesperado de la misma fue la interpretación de “El Sueño”, uno de los temas más enigmáticos de “El Rinoceronte” que nos dejaba a un Hugo Toscano totalmente inspirado en su solo de guitarra final y cuyo ambiente pesado y reflexivo nos sugería el camino que Elefantes habían recorrido desde que se iniciase esta gira un año atrás. El grupo catalán había caminado hacia la introspección y la emoción a partes iguales y la interpretación de temas más oscuros o con un mayor calado emotivo en su interior daba buena muestra de ello. El resto del concierto me permitió volar de nuevo con temas tan certeros como “Por verte pasar”, el siempre gigante “Azul”, el trío de garra y pulso de “Abre más ancho el camino”, “Me llega información” y “Somos nubes blancas” o su bomba de relojería siempre a punto de estallar: “Piedad”.

En la tanda de bises un nuevo regalo: la interpretación de “La Felicidad”, el que fuera el tema de presentación del experimento “Bushido” compartido en el año 2003 por Shuarma, Carlos Ann, Morti y Bunbury. El tema más potente y salvable de ese disco volvía a brillar en manos de Elefantes, que lo hacían plenamente suyo, y el acierto en su elección era recibido con un coro entusiasmado por todos los presentes. Y si de emoción estuvieron las dos horas del concierto repletas, la mejor muestra de ello fue la manera en la que el grupo se despidió de Zaragoza: con una interpretación sentida e impactante de “Momentos”, el tema más redondo de su regreso. Una canción que todos podemos hacer nuestra, que invita a aprovechar nuestro momento y a cambiar, a gritar, a sentir… “este es el momento”.


Sin duda, una vez más Elefantes consiguió emocionarme y regalarme una noche intensa a la que solamente puedo sacar una pega: la manera en la que la organización del Teatro de las Esquinas nos expulsó de la sala principal del concierto. Casi no habían dejado de tocar Shuarma y compañía cuando nos echaban del recinto “con malas maneras”. Y es que a algunos  nos gusta disfrutar del poso que deja un concierto in situ, pero está claro que en el Teatro de las Esquinas impera más el orden y la frialdad en el trato a los que amamos la música. Eso no quita para que el recinto sea de los más apropiados para este tipo de eventos en nuestra ciudad, porque una vez más el sonido fue increíble, que al fin y al cabo tiene que ser lo más importante de un concierto.

Quiero terminar dejando constancia de una sensación que me persigue desde el pasado viernes: “El Rinoceronte” sigue vivo y Elefantes nos invitan con cada concierto, con cada canción, con cada acorde a que “pasemos sin miedo”.

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