sábado, 28 de enero de 2017

True Detective

Hacía mucho que no hablaba de cine. Y no es porque no intente estar al día (aunque no pueda ir todo lo que me gustaría a las salas de mi ciudad) sino porque de un tiempo a esta parte no he visto algo que me llame la atención por ser diferente, exigente o digno de una mención especial. Pero esto ha cambiado tras ver “True Detective”. Sí, lo sé, es una serie, y sí, la he visto después de dos años desde su estreno, pero algunos ya sabéis que no me gustan las series (principalmente porque me da pereza seguir una trama que se alarga en temporadas interminables) y que por eso prefiero disfrutar de una película y no suelo dar muchas oportunidades a las ficciones televisivas. Esta premisa es la que me ha llevado a esperar tanto para ver la primera temporada de “True Detective”, pero la insistencia para dejarme seducir por algo bastante “diferente” a lo acostumbrado a ver en televisión o las críticas que la elogiaban, me llevaron a decidirme definitivamente. Y reconozco que si terminé dándole una oportunidad fue porque era una serie cerrada de ocho capítulos, vamos, como una película muy larga. ¡¡Bendita la hora!!


Efectivamente ha terminado dejándome el efecto de una película hecha con todo detalle y cuidada con mimo. Por eso hablo de “True Detective” como si hablara de cine. Porque creo que esta serie es como una buena película que (casi) se puede ver del tirón. Con momentos magistrales y, lo mejor de todo, con unos personajes protagonistas que se quedan grabados para siempre. Llenos de matices y profundidad. Además, el guión es digno del mejor cine de investigación policial y asesinos en serie. Comparable a películas de la talla de “El Silencio de los Corderos”, “Seven” o “Zodiac”. Precisamente ese estilo que recuerda tanto a David Fincher es lo que más me ha gustado. El ritmo pausado, los pasajes asfixiantes, los escenarios decadentes... La serie nos resulta familiar por la manera en que está tratada y nos recuerda a ese cine que se centra en historias difíciles de digerir pero prestando no tanta atención al morbo sino a sus personajes, obsesionados por un caso que definirá su vida y les hará llegar al extremo.

Mucha gente ha hablado de la música de la serie. Cierto es que T-Bone Burnett acierta con la elección de los temas que suenan en la misma e incluso con su cabecera, pero no es algo que destaque por encima de su montaje inteligente (combinando a la perfección el paralelismo del caso de 2012 con el pasado de 1995 a 2002) o su fotografía de tonos fríos en una cruda Louisiana, que se adapta perfectamente a la intencionada profundización en las personalidades de sus protagonistas.


“True Detective” tiene el gran acierto de ser una serie que se centra más en sus personajes principales que en el desarrollo de un caso que puede sonar repetido a lo visto anteriormente en este tipo de historias de investigaciones de “serial killers”. Y esa es su gran baza, la que la hará perdurar. Porque en el fondo lo que recordamos de películas como “Seven” no son los asesinatos en sí mismos, sino los personajes de Morgan Freeman o Brad Pitt, y como ocurre aquí, los papeles de Matthew McConaughey y Woody Harrelson son de los que permanecen, además de que especialmente en el caso de McConaughey está tocado con la varita mágica.

Una serie con un look de película clásica y con grandes momentos cargados de la mejor realización posible: planos secuencia magistrales, grandes diálogos asentados en unas personalidades únicas, momentos de tensión física y sexual perfectamente resueltos, un trasfondo corrupto que sobrevuela en toda la trama que hace avergonzarse del género humano... “True Detective” es una ficción que transmite más con su estilo que con sus palabras y que difícilmente podremos olvidar. Un clásico.



martes, 17 de enero de 2017

Siempre fiel a la cita del Dakar

Un año más y de nuevo vuelve a aparecer el motor en mi blog. Me encanta el Dakar, la prueba deportiva más interesante del año. Y cada enero la espero con ansia. Una vez más he quedado encantado con el programa de Teledeporte que recoge lo más destacado de cada jornada gracias a la labor de Marc Martín, Rafa Tibau, Carlos Sotelo o Paco Grande. Y como no, lo que más me ha enganchado han sido las increíbles imágenes de los pilotos entre las dunas y las pistas off-road.

 

La edición de este año del mítico Rally discurría entre Paraguay, Bolivia y Argentina y se ha visto condicionada por las inclemencias meteorológicas (sobre todo en las etapas bolivianas) que han obligado a recortar bastante las especiales cronometradas e incluso a suspender dos etapas que hubieran sido decisivas para poder ver alguna sorpresa más en el palmarés. Aún así la prueba ha sido una vez más increíble y este año especialmente han vuelto a brillar jornadas muy duras y con mucha navegación (algo que no se vio tanto en la pasada edición). Marc Coma ha diseñado las diferentes etapas y como gran navegador que es ha hecho sufrir a los pilotos de las diferentes categorías, a los que hemos visto perderse entre las dunas o por pistas que se mezclaban entre barrancos y vegetación. Cierto es que hubiera sido mejor disfrutar de una prueba completa, sin cancelaciones de etapas ni recortes de tramos, pero a pesar de esto ha sido un Dakar con muchas dosis de aventura, que es de lo que se trata. Además, la representación española sigue dejando buenas sensaciones: Gerard Farrés se ha alzado con un tercer puesto en las dos ruedas y Laia Sanz vuelve a terminar el Dakar demostrando una regularidad aplastante. No ha podido ser éste el año de Joan Barreda a pesar de que ha demostrado ser el más capacitado para vencer en motos, ya que si no hubiese sido por la penalización de una hora debido a la inadecuada estrategia de su equipo Honda estaríamos hablando del campeón del Dakar.


En coches ha habido dominio de Peugeot (esta vez mucho más consolidados logrando las tres primeras plazas) y "Monsieur" Peterhansel se ha alzado con su 13º Touareg. Una auténtica demostración de cómo comportarse en esta prueba, aunque esta vez ha estado bastante más presionado por su compañero de equipo Sebastien Loeb. Este Dakar habría sido todavía más perfecto si Carlos Sainz no hubiera tenido que retirarse un año más o si Nani Roma hubiera llegado un poco más arriba con su Toyota, aunque hay que decir que ha sido el único que ha plantado cara a los Peugeot y ha luchado hasta el final. En camiones han vuelto los Kamaz a las primeras posiciones, aunque el copilotaje de Moi Torrallardona en el Iveco de De Rooy también ha hecho sufrir a la armada rusa.


Sea como sea, con más dunas o fuera-pistas, con más o menos lluvias, por el altiplano boliviano o por el desierto de Atacama… nadie podrá quitarme el placer que me proporciona el evento deportivo del año. Gracias a todos los que hacen que me emocione con esta gran hazaña una edición tras otra.
¡¡Ya queda menos para el 2018!!

jueves, 12 de enero de 2017

La vuelta al pop de Sting

Sting nos ofreció a finales del pasado año un disco netamente pop, como esos que solía publicar en los inicios de su carrera solista. "57th & 9th" es un álbum muy recomendable que aleja a su protagonista de devaneos barrocos u orquestales y nos devuelve lo que Gordon Sumner mejor sabe hacer: canciones pop bien construidas bajo el poderoso gancho de sus cuatro cuerdas. Aquí está la reseña del mismo que el pasado mes de diciembre publicó "El Giradiscos".


Sting nos tenía algo desconcertados desde que hace 13 años entregase su último disco netamente pop titulado “Sacred Love”. Aquel era un disco algo fallido y desde entonces no había ofrecido nada verdaderamente destacable. Ha dado tumbos entre la música barroca (“Songs from the Labyrinth”), los tradicionales invernales (“If on a winter’s night”), los experimentos orquestales (“Shymphonicities”) y los musicales (“The Last Ship”), pero ni rastro del pop-rock que dominaba sus discos de los años ’80 y ’90. Me atrevería a decir que su último gran disco fue el fantástico “Brand New Day” del año 1999, por lo que ésta sería su colección de canciones más acertada desde hace casi 20 años.

“57th & 9th” es un disco algo irregular, pero eso no es nuevo en su discografía. Sting es capaz de ofrecer brillantes canciones en discos menos acertados y eso es algo que podría utilizarse en su contra, pero es cierto que pocos artistas pueden regalarnos discos redondos de principio a fin. El último disco del británico es de los que no se resiente en su conjunto (ayuda su ajustada duración) aunque falle en algunos pasajes. E insisto, es su mejor entrega en muchos años, lo que no es poco. A los mandos está Martin Kierszenbaum, cuyo currículum no es de mi agrado, la verdad (Lady Gaga, Tokio Hotel, Madonna, Feist…), pero ha conseguido refrescar su sonido y acercarlo de nuevo al pop. Por momentos incluso parece recordarnos a Police. En términos globales este álbum ha conseguido aunar las múltiples facetas del músico ofreciendo temas más pop, otros más afilados, baladas de corte étnico e incluso temas desnudos que podrían emparentarse con su fase clásica o barroca.


El cruce de caminos de “57th & 9th” abre con “I Can’t Stop Thinking About You”, un tema potente, directo, de esencia pop y efectividad garantizada. Una canción que nos devuelve al mejor Sting, a ese que llama la atención por lo conciso a la vez que intenso. “50.000” sigue esa línea aunque bajando las revoluciones y mostrando la influencia que han ejercido sobre él algunos artistas míticos que se han ido. “One Fine Day” brilla como sus mejores temas ecologistas de los ’80 e “Inshallah” muestra al Sting más solidario, el que se acerca a la justicia social, tratando en esta ocasión el tema de los refugiados, canción que, por cierto, habíamos podido escuchar antes de conocer el lanzamiento de este álbum. “Heading South On The Great North Road” suena fantástica con esa cadencia clásica a guitarra y voz, al igual que ocurre con “The Empty Chair” que cierra el álbum, canciones que podrían haber estado en cualquiera de sus últimas aventuras sónicas. Sin embargo, “Petrol Head” como desgarro eléctrico casi forzado e “If You Can’t Love Me” como balada inconfundible marca de la casa nos dan muestras de que éste es el Sting que quiere reencontrarse con su público más fiel, el que espera de él su cara más accesible, la que en el fondo tan buenos resultados le ha dado. El Gordon Sumner que todos conocemos está de vuelta. Ya no volverá a hacerlo respaldado por Andy Summers o Stewart Copeland tras la impostura de su reunión allá por el año 2007, pero sí que vuelve de alguna manera el Sting que nos hizo vibrar con “The Dream of the Blue Turtles”, el que supo llevar la reflexión a todas las ondas con “…Nothing like the sun”, el que nos emocionó con “The Soul Cages”, el de la elegancia de “Ten Summoner’s Tales” o el ecléctico de “Brand New Day”.

Tal vez los buenos tiempos no volverán, y no es que nos tengamos que conformar con lo mínimo, pero Sting ha sabido apreciar que su público quería que dejase por un momento sus juegos de bardo moderno y se pusiera de nuevo la “chupa” de cuero recordando su etapa en Police o sus mejores aciertos como solista. “57th & 9th” puede que no sea un disco recordado dentro de unos años, pero nos ha devuelto la frescura y la intencionalidad de un artista que creíamos dormido y al que aún le quedan cosas por decir. Lamentablemente sus deslices y caprichos pasados le pasan factura y algunos cuestionan su credibilidad, pero Sting consigue ofrecernos siempre alguna canción tan redonda como la que abre este disco que hace que creamos de nuevo en él.




domingo, 8 de enero de 2017

Blue and Lonesome

Hace unos días se publicaba en "El Giradiscos" mi reseña sobre el último y fantástico disco de los Rolling Stones: "Blue and Lonesome". Tengo que decir que escribir esta reseña me hacía especial ilusión, ya que todos sabemos que a pesar de las críticas que pueda recibir, un disco de los Stones es siempre un acontecimiento al que todo el mundo va a prestar atención. Así que aquí va mi visión de lo que nos han regalado Jagger, Richards, Watts y Wood. Y no es una tontería: 12 canciones de auténtico blues que ponen la piel de gallina y nos devuelven a los mejores Stones en muchos años.


Los Rolling Stones están de vuelta, pero esta vez no con su enésima gira de despedida, sino con un nuevo disco. ¡¡Y vaya disco!! Como fan acérrimo de los Stones he comprado uno tras otro sus múltiples lanzamientos de los últimos años. Desde que la banda tiene síntomas de jubilación han publicado recopilatorios, varios directos con casi idéntico repertorio (como ocurre en “Sweet Summer Sun” o “Havana Moon” de sus respectivas giras de 2013 y 2016), reediciones de lujo (fantástico “Totally Stripped”) o incluso las series “From the Vault” que bien merecen un visionado si lo que nos seduce de Jagger y compañía es verlos entre multitudes. Pero lo que nos ofrecen ahora es un disco totalmente nuevo. Sí, un disco de versiones, pero igualmente meritorio e imprescindible.

No nos engañaron cuando dijeron que grabarían un disco nuevo en esta gira que los mantiene en activo desde que hace cuatro años celebraran su cincuenta aniversario encima de los escenarios. Tampoco mintieron cuando dijeron que ese disco sería enteramente de blues. Ni cuando aseguraron que se trataba de un homenaje a sus inicios, en el fondo y en la forma. Y efectivamente cuando escuchamos “Blue and Lonesome” podemos constatar que se trata de un álbum sorprendente. El mejor de los Stones en mucho tiempo. El más fresco desde “Voodoo Lounge”, el más atrevido desde “Tatoo You” y definitivamente el más recomendable desde “Some Girls”. En “Blue and Lonesome” se siente como los cuatro miembros del grupo con sus más íntimos escuderos (Chuck Leavell, Darryl Jones, Matt Clifford y hasta su amigo Eric Clapton) disfrutan de lo lindo y ofrecen un disco perfecto. Grabado en vivo durante tres días en un estudio londinense, captando la frescura y la inspiración del momento. Ellos mismos han afirmado que querían conseguir esa espontaneidad que caracterizaba sus primeras grabaciones, en las que también predominaba el blues. Y por supuesto esto no es una pose. Jagger y Richards siempre han manifestado su predilección por este estilo del que bebió el rock y con el que ellos crecieron. Al fin y al cabo los orígenes del rock se remontan a esa mezcla de blues, country e incluso góspel.

“Blue and Lonesome” además no se centra en los imprescindibles del blues. Incide en temas que pasaron más desapercibidos en su día, pero que muestran toda su esencia. Es un tributo a todos aquellos compositores e intérpretes que dedican su vida a la música, como los mismos Stones. Así podemos encontrar temas escritos por Walter Jacobs, Willie Dixon o Chester Burnett que nunca llegaron a lo más alto de las listas y otros que tampoco tuvieron demasiada fortuna en manos de intérpretes como Little Walter, Magic Sam, Howlin’ Wolf o Jimmy Reed. Es de agradecer también que en el libreto podamos encontrar toda esta información: desde el compositor de cada tema, pasando por su intérprete, la fecha de grabación original y la posición que ocupó el sencillo en las listas, e incluso si formaba parte de una cara B grabada para Chess Records o los sellos Cobra,  Vee-Jay o Delmark, por poner algunos ejemplos. Para los melómanos esto es un regalo que además permite entender mejor el disco en su conjunto e incluso los motivos para la elección de cada uno de los temas que lo componen. También podemos escuchar el disco en su orden original o tal y como fue grabado. Ya que presume de haberse registrado captando la energía del instante, el grupo nos muestra el orden de la grabación de los temas en los días 11, 14 y 15 de diciembre de 2015, pudiendo escaparnos con ellos a ese estudio y sentir cómo se desarrolló todo, como oyentes de primera clase. Sintiendo las emociones desprendidas e incluso la energía in crescendo según avanza la grabación. Y para esto sólo tenemos que alterar el orden y escucharlo tal y como ellos nos sugieren si atendemos a los detalles de las sesiones. Otro gesto para los más entregados.


En cuanto al sonido del disco, éste es por momentos áspero, casi sucio, pero a la vez es una delicia porque se respira el espíritu de una época perdida en los estudios de grabación. Voluntariamente se ha optado por este estilo más directo e improvisado fruto de grabar todos a la vez, y es claramente un punto a su favor. ¡¡Y qué decir de sus protagonistas!! Mick Jagger brilla con una voz en un registro magnífico, pero cuando más embelesa es con su armónica, que por momentos quema y se convierte en protagonista principal. Keith Richards y Ron Wood se complementan a la perfección rasgando sus guitarras y Charlie Watts disfruta con la batería al dejar atrás los temas más convencionales de la banda, con los que muchas veces no se siente tan cómodo. La participación de Eric Clapton en “Everybody knows about my Good Thing” y “I can’t quit you Baby” tampoco es casual. Su guitarra llama la atención con su reconocible toque y aporta una pizca puramente blues a estos dos cortes. Emociona el quejido de “Commit a Crime”, que suena como una plegaria, el pulso de “Hate to see you go” a modo de canción de carretera, la inmediatez acelerada de “Just like I treat you”, la arrastrada y sugerente “Hoo Doo Blues” o la más solemne “All of your love” con ese notorio solo de piano mientras las guitarras te arañan. Aunque en realidad todos y cada uno de los doce cortes del álbum tienen momentos de grandeza, desde la armónica que se hace presente en los primeros compases de “Just for Fool” abriendo el disco, hasta el golpe de bombo final en la citada “I can’t quit you Baby” que lo cierra.

En resumen, un auténtico placer para aquellos que disfruten con la pureza del blues y para los que quieran quitarles 40 años a los Stones de un plumazo. Más atrevidos y honestos que nunca. Haciendo justo lo que querían en este momento: despedirse con la misma frescura que en sus inicios. Sin trampa ni cartón.


domingo, 1 de enero de 2017

¡¡Feliz 2017!!

El 2016 se va definitivamente. Este será un año recordado siempre por las irremplazables pérdidas de grandes iconos de la música. Desde David Bowie a George Michael pasando por Prince, Leonard Cohen o el "quinto Beatle" George Martin. También lo recordaremos por haber sido el año en el que Bob Dylan recibió el Premio Nobel de Literatura y toda la polémica que se generó alrededor. Pero además de ser un año que no se olvidará por estar ligado a estos nombres inmortales, en el 2016 también hemos podido rescatar grandes discos que ya forman parte de nuestra historia musical.



Cierto es que en el ámbito internacional lo más destacado vino de parte del desaparecido Bowie dos días antes de conocer su muerte. Y no es palabrería, ya que "Blackstar" es indudablemente el mejor disco del 2016. Amargo y crudo a la vez que revelador y transgresor, como todo el catálogo de su protagonista. Además de esta obra maestra también ha sido el año del regreso de los Rolling Stones al candelero no con otra gira de despedida, sino con un disco nuevo de versiones del blues de los años '50 y '60. Grabado a la vieja usanza y con el espíritu de los Stones renovado, Jagger, Richards y compañía nos han regalado un particular homenaje a sus orígenes y a la música que verdaderamente les ha empujado hasta donde están. Estoy hablando de "Blue and Lonesome", el mejor disco de los Stones en más de 30 años. También se ha producido la vuelta al pop de Sting  con "57th & 9th", dejando de lado sus experimentos barrocos y orquestales de los últimos años. El Sting que nos seduce con sus melodías directas y su bajo marcado, el que brilla como hacedor de grandes canciones pop. Y además de éstos, otros muchos artistas internacionales han sembrado el año de canciones destacables, aunque a mi parecer el verdadero festín musical ha venido esta vez desde dentro de nuestra "piel de toro".



Este 2016 ha estado plagado de grandes obras maestras del rock en nuestro idioma. Desde el rotundo "El Último Hombre en la Tierra" de Coque Malla hasta el contundente "Me mata si me necesitas" de Quique González, pasando por la honestidad de los "Monstruos" de Leiva, la calidez del "Delta" de M Clan o la cercanía de "Casa" de Iván Ferreiro. Hay que destacar como un gran hito en el panorama nacional de este año el regreso de 091 a los escenarios, ofreciendo testimonio audiovisual de una gira mítica en "Maniobra de Resurrección", así como los aciertos de giras impactantes como las "Mutaciones" de Bunbury, el "Nocturnal Tour" de Amaral o "Licencia para Cantar" del fantástico Andrés Calamaro.



Y todo ésto sólo por poner algunos ejemplos, porque si queremos buscar más este 2016 nos ha dejado muchas otras obras inolvidables de artistas como Pachi García, Ariel Rot, Elefantes, Sidonie, James... Pero como siempre, no hay que quedarse anclado en el pasado y en un día como el de hoy os deseo un nuevo año repleto de música.

¡¡FELIZ 2017!!