Una vez más lo han vuelto a conseguir. Elefantes han hecho
que vuelva a emocionarme y a sentirme lleno. Me han llevado hasta lo más alto y
me han permitido saborear unas canciones que desbordan humildad, honestidad y
vitalidad. Unas canciones que se sienten, que se hacen también mías, que
enfocan cada momento con nuevos colores y destilan buenas vibraciones.
El pasado viernes 20 de marzo asistí al concierto que
Elefantes dieron en el Teatro de las Esquinas de Zaragoza. Hacía un año que los
había visto en esta misma gira de su último disco “El Rinoceronte”. Entonces
arrancaban la ronda de conciertos y ahora, tras muchos kilómetros recorridos y
muchas plazas toreadas, la gira se ha transformado y el repertorio ha crecido.
Elefantes están mucho más cómodos en el escenario (y es que hay que entender
que cuando volvieron con “El Rinoceronte” el grupo llevaba separado 8 años) y
las canciones suenan mucho más directas, mucho más sueltas. Me encantó ver la
transformación del repertorio y del espíritu de la gira tras este año completo
de rodaje. Zaragoza era testigo de esto y nos hacía partícipes a todos los
presentes en el concierto del viernes de una experiencia más valiente y a la
vez más íntima y por momentos más nervuda. “El Rinoceronte” estaba de vuelta,
pero esta vez con más contundencia, más energía y también con más verdad.
Conciertos como éste son de los que no se olvidan, de los que transmiten y su
poso queda dentro de ti para poder volver a él una y otra vez.
El concierto comenzaba asumiendo más riesgos, sorprendiendo
con un tema de su primer disco, el olvidado “El hombre Pez”, concretamente con
una canción reposada, pero eterna, de las que te permiten entrar en el ambiente
deseado por el grupo poco a poco. “No quieras más” era la primera gran sorpresa
de la noche y el concierto no había hecho más que empezar. Después se
sucedieron algunos temas de su último disco para volver a sorprendernos con la que para mí fue la canción más emocionante de la noche: la versión de “Lucha de
Gigantes”. Una de las canciones que más me emocionan y con la que Elefantes se
atrevieron con su visión particular después de haberla compartido con el
maestro Antonio Vega muchos años atrás. Otra grata sorpresa por lo inesperado
de la misma fue la interpretación de “El Sueño”, uno de los temas más
enigmáticos de “El Rinoceronte” que nos dejaba a un Hugo Toscano totalmente
inspirado en su solo de guitarra final y cuyo ambiente pesado y reflexivo nos
sugería el camino que Elefantes habían recorrido desde que se iniciase esta
gira un año atrás. El grupo catalán había caminado hacia la introspección y la
emoción a partes iguales y la interpretación de temas más oscuros o con un
mayor calado emotivo en su interior daba buena muestra de ello. El resto del
concierto me permitió volar de nuevo con temas tan certeros como “Por verte
pasar”, el siempre gigante “Azul”, el trío de garra y pulso de “Abre más ancho
el camino”, “Me llega información” y “Somos nubes blancas” o su bomba de
relojería siempre a punto de estallar: “Piedad”.
En la tanda de bises un nuevo regalo: la interpretación de
“La Felicidad”, el que fuera el tema de presentación del experimento “Bushido”
compartido en el año 2003 por Shuarma, Carlos Ann, Morti y Bunbury. El tema más
potente y salvable de ese disco volvía a brillar en manos de Elefantes, que lo
hacían plenamente suyo, y el acierto en su elección era recibido con un coro
entusiasmado por todos los presentes. Y si de emoción estuvieron las dos horas
del concierto repletas, la mejor muestra de ello fue la manera en la que el
grupo se despidió de Zaragoza: con una interpretación sentida e impactante de
“Momentos”, el tema más redondo de su regreso. Una canción que todos podemos
hacer nuestra, que invita a aprovechar nuestro momento y a cambiar, a gritar, a
sentir… “este es el momento”.
Sin duda, una vez más Elefantes consiguió emocionarme y
regalarme una noche intensa a la que solamente puedo sacar una pega: la manera
en la que la organización del Teatro de las Esquinas nos expulsó de la sala
principal del concierto. Casi no habían dejado de tocar Shuarma y compañía
cuando nos echaban del recinto “con malas maneras”. Y es que a algunos nos gusta disfrutar del poso que deja un
concierto in situ, pero está claro que en el Teatro de las Esquinas impera más
el orden y la frialdad en el trato a los que amamos la música. Eso no quita
para que el recinto sea de los más apropiados para este tipo de eventos en
nuestra ciudad, porque una vez más el sonido fue increíble, que al fin y al
cabo tiene que ser lo más importante de un concierto.
Quiero terminar dejando constancia de una sensación que me
persigue desde el pasado viernes: “El Rinoceronte” sigue vivo y Elefantes nos
invitan con cada concierto, con cada canción, con cada acorde a que “pasemos
sin miedo”.