RIESGO: es la palabra con la que puede sintetizarse "Wilder Mind". El
artista que se arriesga debería merecer siempre nuestra atención. Y eso es lo
que han hecho Mumford & Sons en su último trabajo: salir de la zona de
confort y asumir riesgos. Sin duda este “Wilder Mind” suena más mainstream que
sus anteriores trabajos asentados en el folk, pero precisamente este giro es
también algo que debemos destacar, porque Marcus Mumford y sus compañeros de
equipo podrían haber optado por el continuismo cómodo que seguro les hubiera
reportado excelentes críticas y éxito de ventas o asistencia a conciertos, pero
con este giro hacia lo aparentemente más convencional asumen el riesgo de ser
libres y esperar nuestra respuesta (no deja de ser curioso eso de ser "libres desde el convencionalismo"). Porque creo que de eso se trata el giro de
este disco, de dar rienda suelta a lo que les pedía el cuerpo y dejarse llevar
por sonidos aparentemente más radiables, pero no por ello faltos de
personalidad. Mumford & Sons han dejado por completo los banjos y los han
sustituido por guitarras eléctricas que por momentos suenan muy afiladas. Han
desaparecido casi por completo las guitarras acústicas junto con la pandereta y el
bombo a los que nos tenía acostumbrados su líder y se han transformado en
rasgueos de telecaster; e incluso han cambiado pianos acústicos por teclados y
ambientes sintetizados junto a algunas programaciones curiosas. Pero después de escuchar el disco muchas veces he de
reconocer que siguen sonando a ellos mismos, tal vez vestidos con un traje
nuevo, pero con la misma capacidad para emocionar y transmitiendo la intensidad
y entereza que caracterizaban a sus dos primeros álbumes.
Muchas veces los músicos se enfrentan al terrible reto de
superar con un segundo disco el éxito que alcanzaron con el primero, pero en el
caso de Mumford & Sons este reto viene con el tercer disco, que se
convierte en un punto y aparte en su carrera que les puede llevar a cambiar su
público o simplemente a ampliarlo. Aunque también podría condenarles a recibir
críticas por abandonar el sendero trazado en sus primeros discos o, por el contrario, a reconocer
el acierto para aquellos que asumen el cambio.
A pesar de todo lo que se pueda decir de este “Wilder Mind”
a mi ya me ha convencido y me ha hecho volver a creer en este grupo por
intentar sorprendernos cuando lo fácil hubiera sido mantener una línea
continuista. En un primer momento llegó a molestarme que sus nuevas canciones
sonasen más a Coldplay que a ellos mismos (y eso que soy fiel seguidor de
Coldplay), pero ahora veo que era su manera de rebelarse y a la vez de
divertirse. Y lo mejor es que cuando acaba de girar el disco no dudas un
momento en saber a quién has escuchado: Sí, son Mumford & Sons con las
mismas ganas de emocionar y levantar al personal de sus asientos, pero esta vez
lo hacen con sonidos eléctricos en lugar de con ecos folk, pero son ellos y me
siguen encantando… y si no, se puede comprobar fácilmente impregnándose en los estremecedores acordes de “Snake Eyes” (la indiscutible gema del disco), en la garra de “The Wolf”, en la intensidad de “Tompkins Square Park”, en el tono épico de "Ditmas", en la
intimidad de “Cold Arms” o en el magnetismo de “Hot Gates”.
Darse un paseo por “Wilder Mind” es necesario, pero siempre
que no esperemos lo que nosotros queremos, si no abriendo bien los oídos y
permitiendo que Mumford & Sons nos lleven por nuevos senderos y nos hagan
volver a perdernos y enamorarnos, sin importar demasiado si las cuerdas que
vibran son de metal o de nylon.