Hace una semana Ariel Rot visitaba "Las Armas" de Zaragoza presentando su último disco "La Manada". Y una vez más convenció a su publico y demostró que es un artista único que encandila con su estilo y su potente rock. En "El Giradiscos" dejé plasmadas mis impresiones que demuestran que no me canso nunca de escucharle en directo:
Ariel Rot es sinónimo de maestría y elegancia. Pocos músicos
como él pueden presumir de mantener con dignidad una carrera más que coherente
siempre fiel a un sonido asentado en las raíces del rock clásico. El estilo que
confiere a su guitarra es inconfundible y eso es algo difícil de conseguir. Por
eso, cuando escuchamos su particular rasgueo a las seis cuerdas sabemos
perfectamente que se trata de uno de los argentinos más queridos en nuestro
país.
Ariel Rot presentaba el pasado sábado en Las Armas su último
gran disco: “La Manada”. Había muchas ganas de verle de nuevo por Zaragoza,
donde tiene un público fiel que ha sabido valorar cada una de las etapas en la
vida musical de este artista imprescindible. “La Manada” es un disco brillante
y el paso de su gira por Zaragoza con una banda de lujo (las últimas veces que
le habíamos visto por aquí había sido con la única compañía de sus guitarras y
su piano) no iba a ser menos.
La noche arrancaba como lo hace este trabajo, con la
contundencia de “Una semana encerrado”. Y para dejar claro que Ariel es un
músico que no se aferra al pasado fueron presentándose más canciones de su
última propuesta como si de nuevos clásicos se trataran: “Se me hizo tarde muy
pronto”, “Solamente adiós”, con su sorprendente solo de guitarra final, o
“Broder” dieron paso a algunos de sus temas más emblemáticos como la fantástica
“Hoja de Ruta”, reivindicando el papel del músico en la carretera, o “El Mundo
de Ayer”, que sorprendió con su desgarrador y emotivo final. “Dos de
Corazones”, “Lo siento, Frank” y “Adiós Carnaval”, con un guiño al mismísimo
Bunbury en la presentación, hicieron las delicias de todos los presentes en la
sala zaragozana, que una vez más destacó por su magnífica sonoridad. Todos
pudimos apreciar que Rot estaba siendo comedido en las formas pero preciso en
la ejecución. Una vez más se mostraba como un perfecto ejemplo del buen hacer,
como alguien que ama su trabajo y sabe dar lo mejor a su público. Pero no todo
podía ser perfecto. En uno de los temas más íntimos de la noche, “En el borde
de la orilla”, las conversaciones de algunos de los allí presentes
ensombrecieron la magia del momento y el propio Ariel tuvo que pedir silencio.
La verdad es que yo no alcanzo a comprenderlo. Está bien que los conciertos
sean una excusa para juntarse con amigos y disfrutar de un buen rato, pero no
nos olvidemos de esto: a los conciertos se va a escuchar. Dejemos las charlas
para las cervezas de después, por favor. Y esto mismo quiso decir Ariel al
comentar que si era para eso podían ahorrarse la entrada. Claro, conciso y una
vez más acertado.
Dejando atrás este lapsus, el concierto prosiguió con
potencia regalando el clásico “Bruma en la Castellana”, con el que quiso
acordarse de su coautor Moris, y la desenfrenada “Espero que me disculpen”, que
se convertirá más pronto que tarde en otra de las imprescindibles en sus
repertorios. “Vicios Caros” sonó una vez más sublime (tengo que reconocer que
es de mis favoritas de su repertorio), combinando a la perfección sensualidad y
crudeza. Y seguidamente atacó fuera de guión la emblemática “Confesiones de un
comedor de Pizza”, con la que volvió a hacer malabares instrumentales y en la
que Candy Caramelo también nos regaló un tremendo solo con el bajo.
El concierto iba llegando a su fin y como ocurre en “La
Manada”, los primeros acordes de “Me voy de viaje” así lo presagiaban. Una
canción que a pesar de su temática se convirtió en una fiesta gracias a sus
coros desenfadados de los que participó todo el público. Y con toda la sala en
el bolsillo Ariel juega bien sus cartas y comienza un “Rock and Roll en la
Plaza del Pueblo” con aires blues que se transforma en rock acelerado y rinde
así homenaje a sus compañeros de filas en Tequila, de los que también interpretó
“Necesito un Trago”. La primera despedida vuelve a vestirse de homenaje, en
este caso a Los Rodríguez. “Me estás atrapando otra vez” suena al clásico que
es. Una de las canciones más conmovedoras del rock en castellano. Una joya que
jamás nos cansamos de escuchar. Con esta maravilla retumbando en nuestros oídos
la banda se despide brevemente para retornar con otro de los clásicos del
argentino, esta vez con forma de milonga. Una intro sosegada que nos lleva
irremediablemente a la “Milonga del Marinero y el Capitán”, uno de los emblemas
musicales que Rot regaló a Los Rodríguez, y que los seguidores de Ariel hace
tiempo que lo sentimos totalmente familiar en la voz de su creador. La fiesta
termina con “Baile de Ilusiones”, un tema siempre acertado que descarga
vitalidad y deja con ganas de más.
Las dos horas de show han pasado muy rápido y la
contundencia de Ariel Rot, con su inseparable y desgastada telecaster, ha sido
una vez más infalible. Esta vez no se ha perdido en momentos más acústicos.
Tampoco se ha acercado al piano como hiciera en su anterior disco más íntimo
“La Huesuda”, al que no se asoma como reivindicando que ahora está en un
momento claramente más eléctrico. Además, hacía tiempo que no tenía una banda
clásica de rock tan potente y precisa como ésta: con Mauro Mietta a los
teclados con un aire muy cercano a Ronnie Wood en las formas, Toni Jurado a la
batería, que nos regala su particular sentido del ritmo allí donde se enrola,
además de poseer ese entrañable aire rocker, y con el carismático Candy
Caramelo, que ha pisado todo tipo de escenarios y que sabe que su lugar al lado
de Rot es para disfrutarlo de principio a fin y para mostrarle en
agradecimiento su mejor versión.
Ariel Rot ha soltado a su particular “manada” y ha vuelto a
demostrar que su forma de entender la música es necesaria. No podemos
olvidarnos de este icono al que ya no se le puede decir que tenga cara de niño
(sus gafas y desgaste le delatan), pero que sabe embelesarnos al ritmo de sus
estupendas canciones. Como él mismo dijo antes de acabar la noche: “traigan a
sus hijos a mis conciertos”. Efectivamente ellos tienen que saber lo que es el
rock de verdad y no dejar que se nos olvide. Gracias maestro.