El último disco de Mikel Erentxun consiguió atraparme desde el mismo instante en que escuché sus primeros acordes y así lo reflejé en esta reseña publicada en "El Giradiscos". Un disco que me ha hecho acercarme más al músico donostiarra, con una estructura temática y circular difícil de clasificar, que conforma una colección de canciones imprescindible para entender de una forma global a este artista.
“El hombre sin sombra” prometía ser un disco que marcaría un antes y un
después en los pasos de su autor y así ha sido. Mikel Erentxun asume todos los
riesgos posibles y no se equivoca. Desde el primer momento en el que escuchas “El
principio del final” sabes que esto es algo grande. El donostiarra da un giro
para ofrecernos un disco desnudo, valiente y cargado de honestidad. Su interpretación
ahora es mucho más creíble, dejando atrás esos discos donde intentaba tapar su
voz con imposturas o sonoridades graves. Aquí reconocemos su timbre vocal pero
a la vez nos aporta algo nuevo, un matiz sincero donde él mismo reconoce que se
siente bien. Confiesa que por primera vez canta sin pudor, gustándole incluso
su propia voz. En este cambio ha tenido mucho que ver Paco Loco, su productor,
que ya nos ofreció a un Mikel Erentxun más íntegro en “Corazones” y que ahora
nos confirma que el cambio es real e imparable. Lo más sorprendente es que,
como ya ocurriera con aquel, en este disco no ha necesitado de letristas para sus
composiciones. Todas las canciones están compuestas letra y música por el
donostiarra y sí, lo hace estupendamente bien. Su inseguridad tapada en la escritura
a medias con Diego Vasallo, Jesús María Cormán o Rafael Berrio desaparece y nos
presenta al mejor Erentxun de su carrera, ese que ya lleva 35 años sobre los
escenarios, pero que no había conseguido brillar como hasta ahora.
Otro factor que ayuda a que este disco sea único en su amplia discografía
es el estar interpretado mano a mano con Maika Makovski. La voz femenina de
Maika pone el contrapunto a este narrador de historias con un hilo común que
convierte a éste en un disco conceptual con la relación de pareja como telón de
fondo, comenzando con una historia de amor que parece que se va a quebrar y
terminando con la apuesta en firme por la convivencia y la pasión compartida
desde la madurez. Pero el disco recorre muchas más facetas del amor como las
“Cicatrices” que nos dejan las múltiples caídas, a las que Mikel ha conseguido
que les “salgan alas”, la soledad que duele tras el deseo en “El amor te muerde
los labios al besar”, los intentos por conservar toda la pasión en “Deshielo”,
el descubrimiento del pilar que sustenta la relación en “Tienes que ser tú” o
la promesa de ser el único para el otro en “Héroe”, consiguiendo que, finalmente,
gracias a un poco de “Azar y física” sea así. Las múltiples caras en forma de
amor mayúsculo recorren los surcos de este disco delicado y delicioso. No
miento si digo que nunca antes había disfrutado tanto con un disco de este
artista. Y es que el disfrute del mismo no solo viene dado por la temática y
las letras de Erentxun sino que también tiene mucha responsabilidad en esto el
ambiente sonoro sumamente personal conseguido por Paco Loco.
“El principio del final” abre el disco de la mejor manera posible, con
una acústica limpia y las voces de Mikel y Maika al unísono como protagonistas,
hasta que llega el órgano que acompaña el puente y el tiempo se detiene,
permitiendo meterse en el bolsillo al oyente, que acompañará a este hombre sin
sombra de una manera cómplice desde este mismo momento hasta la última canción.
“Cicatrices” no deja el tono acústico, recordando a sus antiguos Duncan Dhu en
algunos tramos. Tal vez por esta canción que entronca perfectamente con el pasado
compartido con Diego Vasallo muchos seguidores han comentado que Mikel Erentxun
recuperaba su sonido clásico, pero sinceramente, este disco es mucho más, como
así demuestra la casi experimental “El amor te muerde los labios al besar”.
Versos recitados mecidos por unas cuerdas que marcan el ritmo y una batería que
te deja boquiabierto en el desarrollo del solo que comparte con una guitarra
jazzística. “Llamas de hielo” es un medio tiempo marca de la casa con unas
guitarras cristalinas que derriten ese hielo del que nos habla la canción. “Dos
estrellas” tiene un espíritu rockabilly con un bajo que parece interpretado por
el propio Vasallo en los años 80. Para nostálgicos. “Libélulas” es una tenue
canción de autor con una progresión de acordes familiar y una emoción contenida
que estremece, dejándote de nuevo golpeado en su apoteosis final entre la
acústica, el banjo y la batería quebrada. “Deshielo” engancha con su ritmo
trotón y su estribillo que puede recordar a los Cure de la época de “The Head
on the Door”. La balada clásica de “Y sin embargo te quiero” vuelve a
recordarnos al Erentxun más purista, ese que recibía la ovación del Teatro
Victoria Eugenia al completo, pero esta vez apoyado por la calidez de Maika
Makovski, que a estas alturas es un elemento imprescindible en las canciones,
que ya no se conciben sin su presencia. “Héroes” comienza con un toque de batería
único, y es que el tratamiento de este instrumento en el disco es una sorpresa,
mucho más que un apoyo rítmico, es un instrumento con mucha presencia y
personalidad. Además en “Héroe” aparecen guiños a los seguidores de la carrera
de Erentxun al citar los versos de uno de sus mayores éxitos. Incluso se hace
llamar a sí mismo “el viejo cantante de rock”, y es que en el disco tampoco
falta el sentido del humor. “Tienes que ser tú” comienza con un bajo muy
marcado y saturado que bien querría para sí el mismísimo McCartney para dar
protagonismo después a las cuerdas y vientos en uno de los temas más enérgicos
de la colección. “Azar y Física” funciona casi como un juego, pero nos deja con
la miel en los labios. Tal vez unos segundos más hubieran bastado para
redondear una canción que así queda como algo menor. Y tras doce magníficas
historias se cierra el círculo con “Enemigos Íntimos”, que vuelve a nombrar a
los protagonistas de la primera canción, pero en ésta “El principio del final”
se transforma en “El principio y el final”, un cambio sutil pero que dice mucho
de lo que este disco significa para su autor. “No te bajes de mi vida” es el
grito de guerra para un álbum que reivindica las relaciones puras, de verdad,
poniendo fin a las múltiples sorpresas que encontramos en él con un coro
infantil inesperado muy acertado que lo remata a la perfección.
Es cierto que Mikel Erentxun reivindica con este disco su yo más
auténtico, con la sinceridad agarrada a cada verso. Si éste es el músico con el
que se siente más cómodo bienvenido sea, porque nos ha ofrecido lo mejor de sí
mismo, algo que contentará a sus seguidores de siempre, pero que a la vez le
permitirá ganarse a un público que caerá rendido ante un disco sencillamente
imprescindible.