martes, 27 de junio de 2017

El Hombre sin Sombra

El último disco de Mikel Erentxun consiguió atraparme desde el mismo instante en que escuché sus primeros acordes y así lo reflejé en esta reseña publicada en "El Giradiscos". Un disco que me ha hecho acercarme más al músico donostiarra, con una estructura temática y circular difícil de clasificar, que conforma una colección de canciones imprescindible para entender de una forma global a este artista.


“El hombre sin sombra” prometía ser un disco que marcaría un antes y un después en los pasos de su autor y así ha sido. Mikel Erentxun asume todos los riesgos posibles y no se equivoca. Desde el primer momento en el que escuchas “El principio del final” sabes que esto es algo grande. El donostiarra da un giro para ofrecernos un disco desnudo, valiente y cargado de honestidad. Su interpretación ahora es mucho más creíble, dejando atrás esos discos donde intentaba tapar su voz con imposturas o sonoridades graves. Aquí reconocemos su timbre vocal pero a la vez nos aporta algo nuevo, un matiz sincero donde él mismo reconoce que se siente bien. Confiesa que por primera vez canta sin pudor, gustándole incluso su propia voz. En este cambio ha tenido mucho que ver Paco Loco, su productor, que ya nos ofreció a un Mikel Erentxun más íntegro en “Corazones” y que ahora nos confirma que el cambio es real e imparable. Lo más sorprendente es que, como ya ocurriera con aquel, en este disco no ha necesitado de letristas para sus composiciones. Todas las canciones están compuestas letra y música por el donostiarra y sí, lo hace estupendamente bien. Su inseguridad tapada en la escritura a medias con Diego Vasallo, Jesús María Cormán o Rafael Berrio desaparece y nos presenta al mejor Erentxun de su carrera, ese que ya lleva 35 años sobre los escenarios, pero que no había conseguido brillar como hasta ahora.

Otro factor que ayuda a que este disco sea único en su amplia discografía es el estar interpretado mano a mano con Maika Makovski. La voz femenina de Maika pone el contrapunto a este narrador de historias con un hilo común que convierte a éste en un disco conceptual con la relación de pareja como telón de fondo, comenzando con una historia de amor que parece que se va a quebrar y terminando con la apuesta en firme por la convivencia y la pasión compartida desde la madurez. Pero el disco recorre muchas más facetas del amor como las “Cicatrices” que nos dejan las múltiples caídas, a las que Mikel ha conseguido que les “salgan alas”, la soledad que duele tras el deseo en “El amor te muerde los labios al besar”, los intentos por conservar toda la pasión en “Deshielo”, el descubrimiento del pilar que sustenta la relación en “Tienes que ser tú” o la promesa de ser el único para el otro en “Héroe”, consiguiendo que, finalmente, gracias a un poco de “Azar y física” sea así. Las múltiples caras en forma de amor mayúsculo recorren los surcos de este disco delicado y delicioso. No miento si digo que nunca antes había disfrutado tanto con un disco de este artista. Y es que el disfrute del mismo no solo viene dado por la temática y las letras de Erentxun sino que también tiene mucha responsabilidad en esto el ambiente sonoro sumamente personal conseguido por Paco Loco.


“El principio del final” abre el disco de la mejor manera posible, con una acústica limpia y las voces de Mikel y Maika al unísono como protagonistas, hasta que llega el órgano que acompaña el puente y el tiempo se detiene, permitiendo meterse en el bolsillo al oyente, que acompañará a este hombre sin sombra de una manera cómplice desde este mismo momento hasta la última canción. “Cicatrices” no deja el tono acústico, recordando a sus antiguos Duncan Dhu en algunos tramos. Tal vez por esta canción que entronca perfectamente con el pasado compartido con Diego Vasallo muchos seguidores han comentado que Mikel Erentxun recuperaba su sonido clásico, pero sinceramente, este disco es mucho más, como así demuestra la casi experimental “El amor te muerde los labios al besar”. Versos recitados mecidos por unas cuerdas que marcan el ritmo y una batería que te deja boquiabierto en el desarrollo del solo que comparte con una guitarra jazzística. “Llamas de hielo” es un medio tiempo marca de la casa con unas guitarras cristalinas que derriten ese hielo del que nos habla la canción. “Dos estrellas” tiene un espíritu rockabilly con un bajo que parece interpretado por el propio Vasallo en los años 80. Para nostálgicos. “Libélulas” es una tenue canción de autor con una progresión de acordes familiar y una emoción contenida que estremece, dejándote de nuevo golpeado en su apoteosis final entre la acústica, el banjo y la batería quebrada. “Deshielo” engancha con su ritmo trotón y su estribillo que puede recordar a los Cure de la época de “The Head on the Door”. La balada clásica de “Y sin embargo te quiero” vuelve a recordarnos al Erentxun más purista, ese que recibía la ovación del Teatro Victoria Eugenia al completo, pero esta vez apoyado por la calidez de Maika Makovski, que a estas alturas es un elemento imprescindible en las canciones, que ya no se conciben sin su presencia. “Héroes” comienza con un toque de batería único, y es que el tratamiento de este instrumento en el disco es una sorpresa, mucho más que un apoyo rítmico, es un instrumento con mucha presencia y personalidad. Además en “Héroe” aparecen guiños a los seguidores de la carrera de Erentxun al citar los versos de uno de sus mayores éxitos. Incluso se hace llamar a sí mismo “el viejo cantante de rock”, y es que en el disco tampoco falta el sentido del humor. “Tienes que ser tú” comienza con un bajo muy marcado y saturado que bien querría para sí el mismísimo McCartney para dar protagonismo después a las cuerdas y vientos en uno de los temas más enérgicos de la colección. “Azar y Física” funciona casi como un juego, pero nos deja con la miel en los labios. Tal vez unos segundos más hubieran bastado para redondear una canción que así queda como algo menor. Y tras doce magníficas historias se cierra el círculo con “Enemigos Íntimos”, que vuelve a nombrar a los protagonistas de la primera canción, pero en ésta “El principio del final” se transforma en “El principio y el final”, un cambio sutil pero que dice mucho de lo que este disco significa para su autor. “No te bajes de mi vida” es el grito de guerra para un álbum que reivindica las relaciones puras, de verdad, poniendo fin a las múltiples sorpresas que encontramos en él con un coro infantil inesperado muy acertado que lo remata a la perfección.

Es cierto que Mikel Erentxun reivindica con este disco su yo más auténtico, con la sinceridad agarrada a cada verso. Si éste es el músico con el que se siente más cómodo bienvenido sea, porque nos ha ofrecido lo mejor de sí mismo, algo que contentará a sus seguidores de siempre, pero que a la vez le permitirá ganarse a un público que caerá rendido ante un disco sencillamente imprescindible.


martes, 20 de junio de 2017

Noche irrepetible con Rufus Wainwright

Hace dos semanas el Teatro Principal de Zaragoza acogía uno de los conciertos que hará historia en mi ciudad. Rufus Wainwright se presentaba acompañado únicamente de su piano y su guitarra para interpretar algunos de sus éxitos incontestables y para demostrar que existen pocos artistas de su calibre capaces de emocionar y mover el mundo con su voz y sus melodías. Os dejo aquí la crónica de este concierto único todavía resonando en mi interior que fue publicada días atrás en "El Giradiscos".


Excelso. Es el mejor adjetivo que puedo usar para describir el paso de Rufus Wainwright por el Teatro Principal de Zaragoza el pasado martes. Un artista al que le basta y le sobra para dejar atónito al personal únicamente con su voz. Una voz que funciona como instrumento catalizador de emociones y vehículo de expresión de un artista que debería figurar entre lo más inspirado y revelador de la historia musical reciente.

Siempre me había parecido un músico al que prestar atención y había seguido su carrera con cierta regularidad, aunque reconozco que sus últimas experiencias operísticas no consiguieron captar mi atención. Por eso temía que su paso por Zaragoza en solitario, a punto de presentar su ópera “Prima Donna” en París el próximo sábado 10 de junio, y con la única compañía de un piano de cola y una guitarra acústica, pudiera dejarme indiferente. Sin embargo, en cuanto sonaron los primeros acordes de “Grey Gardens” y escuché como su voz cristalina inundaba todo el teatro, supe que ésta iba a ser una de las noches que se recordarán por mucho tiempo en mi ciudad. Me embelesó y me dejó sin aliento en la segunda canción, que afrontó con el piano a una sola mano. Se trataba de “Vibrate”, uno de sus temas más emotivos, aunque eso no iba a ser todo. Desde ahí hacia el cielo, y eso que cuando cogía la acústica se evidenciaba cierta incomodidad con este instrumento que no domina como el piano y podía desmerecer algo el conjunto. Con las seis cuerdas interpretó “Out of the Game”, de su último disco pop, así como “Jericho” o “Gay Messiah”, con la que recordó a modo de anécdota que él también tiene un sobrenombre en el mundo de la lírica que le fue impuesto a su paso por San Remo: “¡Rufus, lo Scandaloso!”. No sólo esta anécdota fue compartida en la velada, ya que el músico newyorkino se mostró abierto con el público zaragozano y habló de otras experiencias diversas con cierto humor, incluso cuando presentó un nuevo tema titulado “The Sword of Damocles” inspirado en la situación política mundial y especialmente en la vivida en EE.UU. tras los resultados de sus últimas elecciones.


“The Art Teacher” fue otro momento álgido, como lo es la propia canción, y nos condujo hasta uno de los temas más impactantes de la noche. Casi diez minutos intensos con la interpretación de “I´m going in”, una versión de la desaparecida Lasha de Sela que nos puso a todos la piel de gallina. Tras este momento de emoción contenida había que relajar un poco los ánimos y Wainwright volvió a calzarse la acústica para afrontar la más alegre “Greek song”, seguida de la pausada “Not ready to love” y la dulce y saltarina “Beauty Mark”.

"Sanssouci", “Dinner at Eight”, “Candless”, interpretada a capella, y la popular “Cigarettes and Chocolate Milk” ponían el cierre antes de dar paso a unos bises que harían las delicias de todos los presentes con la intención de no borrar nunca de su memoria la noche que Rufus Wainwright hizo estremecer al teatro más emblemático de Zaragoza. Los citados bises fueron un exquisito regalo sin dejar de lado la solemnidad presente durante las casi dos horas que duró el concierto. “Going to a town” se presentó despojada de todo artificio para acercarla más a la desnudez melancólica predominante, aunque sin llegar a perder sus formas pop. A ésta le siguió una efectiva versión del “Hallelujah” de Cohen y la maravillosa “Poses”, que dejó al público con ganas de más y obligó a salir de nuevo al protagonista de la noche para compartir con todos la popular “Complainte de la Butte”.

Será difícil superar el nivel de una propuesta como la de Rufus Wainwright en mucho tiempo. Un concierto como éste es de los que se viven muy pocas veces y estoy seguro de que todos los que llenábamos el teatro somos conscientes de lo privilegiados que fuimos al ser partícipes de esta obra de arte viva.



viernes, 2 de junio de 2017

Iván Ferreiro juega en casa

La semana pasada Iván Ferreiro volvía a pisar su casa en Zaragoza en su muy querida sala Oasis. Venía en su mejor momento, con un disco sobresaliente y una banda increíble, aunque si algo falló en la noche del 25 de mayo fue quizá el sonido de la sala, que en algunos momentos no estuvo a la altura de lo que allí se vivía. Eso sí, como los seguidores de Ferreiro son de los que pueden llamarse “fieles” de verdad no faltó ni un solo verso por corear a pesar de que no pudieran escucharse todos a la perfección. Sin embargo el repertorio de la noche estuvo acertadísimo, Iván se mostró claramente emocionado y la banda entregada dentro de su corrección sobre las tablas. Hay que decir que estos músicos no suelen interactuar mucho con el público, ya que es una tarea casi exclusiva de Iván, pero además, la posición de los seis formando un semicírculo alrededor del teclado Korg de nuestro protagonista hizo que destacaran menos si cabe y centrásemos prácticamente toda la atención en el autor de “Promesas que no valen nada”.


Iván Ferreiro venía a presentarnos su último y magnífico disco “Casa”, aunque hubo que esperar a que sonasen antes “Me toca tirar” y “El Bosón de Higgs” para escuchar la canción que abre este disco y que lleva su mismo título. Le siguieron “Inerte”, uno de los pequeños clásicos de su banda madre que desató la euforia del respetable, además de “Toda la Verdad” y “Canciones para el tiempo y la distancia”, dejando claro que el inicio de este concierto se estaba armando con cierto protagonismo en los temas que dan comienzo a algunos de sus mejores discos. El ambiente iba caldeándose con las coloristas “Pájaro Azul” y “El viaje de Chihiro”, otra de sus imprescindibles desde que iniciara su carrera en solitario. Y tras una primera media hora algo alejado de su última criatura le concedió el protagonismo merecido con “Tupolev”, “Todas esas cosas buenas”, que se vistió de largo ganando muchos enteros en su interpretación gracias a la maestría en las seis cuerdas de Emilio Sáiz, y “La otra mitad”. Las tres dejaban al descubierto el potencial de la última obra del gallego, un disco que gana con cada escucha y que en directo crece, quizá también debido a que la gira ya lleva bastante terreno recorrido desde el pasado mes de noviembre.


“El equilibrio es imposible” no dejó en silencio a nadie. Otro tema atemporal, desgarrado y emocionante. Una vez más inconmensurable. Y de ahí a una canción menor de Piratas como es “Santadrenalina”, que ha tomado una segunda vida mucho más convincente en estos últimos diez años, no sin antes detenernos en la incisiva “Dies Irae” extraída de aquel experimento con César Pérez Gellida para musicar la novela de este último. Con “Dies Irae” Emilio Sáiz volvió a brillar mostrando un dominio de su guitarra que abruma. No paró de jugar con sonidos y de sacar brillo a sus cuerdas, unas veces cristalinas y otras como “abiertas en canal”. Desde luego que Amaro Ferreiro es la mano derecha de su hermano, pero el apoyo de Emilio con las florituras de su guitarra es algo de lo que no puede prescindir Iván si quiere avanzar hacia terrenos inexplorados que le sientan como anillo al dedo. “Extrema Pobreza” y la experimental “El viaje a Dondenosabidusientan” presagiaban una primera despedida que no pudo llegar más alto con la vibrante “NYC” y uno de los temas más intensos de toda su carrera, su tremendo “Pensamiento Circular”. Con esta canción dejaban a todos los presentes flotando y esperando que volvieran a deleitarnos los siete artistas sobre el escenario, desde Toni Toledo (un antiguo compañero que sustituía para la ocasión a Xavi Molero en la batería) hasta el inquebrantable Pablo Novoa o el genio más solicitado por el indie patrio en los últimos tiempos, el imprescindible Ricky Falkner.


La vuelta se produjo con “Farsante”, esa canción que Iván firmó a medias con Leiva y que me gusta cada vez más quizá por su crudeza vestida con traje de inocencia, pero que duele más que ningún otro tema de los interpretados. “Años 80” dejó a la sala extasiada (¡Cuánto nos gustaban los Piratas!) para recibir a otro que funciona más como un “trance” y que a pesar de su acierto habrá que ver si pasa la criba con los años. Me refiero a “Los restos del Amor”. Mayúsculo, qué duda cabe, pero ensombrecido si lo que viene después es el pop vital de “Cómo conocí a vuestra madre” con todo el público gritando eso de “me han vuelto las ganas de comerme el mundo”. ¿Hay otro grito de guerra mejor para un concierto de rock? Paradójico en todo caso.


Tan solo quedaban tres balas en la recámara. Una poco esperada como es la delicada joya “SPNB” y las otras dos sin salirse del guión pero no por ello mal acogidas. Y es que cuando estamos ante obras como el maravilloso canto a la vida de “El Dormilón” o ese fantástico “Turnedo” que nunca nos cansaremos de escuchar (un tema que ya se puede considerar tan necesario o más que cualquiera de Piratas) no se puede terminar más alto.


Iván Ferreiro volvió a abrirnos las puertas de su casa y nos encandiló con su hospitalidad, pero es que él también “jugaba en casa”, pues como dijo podría quedarse a vivir en la Oasis y que todo su público viniera por aquí a verle en lugar de recorrer él media España de jueves a jueves. En todo caso, considerar esta opción no debería ser baladí. Aquí desde luego le acogeríamos encantados. Sea esto algo factible o más bien un recurso lírico para ganarse al respetable, espero que haya muchas más “Oasis” en la carrera de este músico único e infatigable. Quedan muy pocos tan auténticos como él.