sábado, 29 de abril de 2017

El brillo del Poeta Halley

Love of Lesbian llegaban a la ciudad de Zaragoza el pasado viernes 21 de abril con su gira “Halley” después de haber triunfado en múltiples escenarios y festivales durante el pasado año. Esta gira se concibe como el tramo final de presentación de su disco más logrado, “El Poeta Halley”, que terminará con sendos conciertos en el Palacio de los Deportes de Madrid y el Palau Sant Jordi de Barcelona a finales de Noviembre. Zaragoza les regalaba dos fechas agotadas en el Teatro de las Esquinas, lo que da muestra de cómo ha ido creciendo el número de seguidores de la banda catalana con el paso del tiempo, como es mi caso.

Muchas veces me habían dicho que no podía perderme a Santi Balmes y los suyos sobre el escenario, que era una experiencia única, pero no terminaba de decidirme. He de decir que mi interés por sus discos había arrancado a base de escuchar recomendaciones y, a pesar de que conocía algunos de sus clásicos, fue tras la publicación de su último disco cuando me decidí a profundizar en su discografía. Sus álbumes tenían canciones muy intensas y nada despreciables, pero otras con las que no conseguía conectar. Tal vez no entendiese todavía su humor y forma de enfocar la música. “1999” me gustaba mucho, pero “La Noche Eterna. Los Días No Vividos” se me hacía algo largo. Descubrí que lo que verdaderamente fallaba es que no les estaba prestando la suficiente atención. Con “El Poeta Halley” era distinto. El disco me sedujo desde el principio y encontré un lenguaje que conectaba más conmigo. Quizá fuera esa forma de conseguir encajar emoción sin falta de pegada, aunque en este disco las revoluciones bajaban bastante y el lirismo de Santi Balmes se hacía más palpable. Así que terminé convencido de que éste era el momento para verles en directo y comprobar esa eficacia sobre las tablas de todo el conjunto.


Llegué al Teatro de las Esquinas con suficiente tiempo para poder mezclarme entre los más “lesbianos” en las primeras filas y me dispuse a dejarme hipnotizar por su música. Quería estar atento. No perder detalle. Y así lo hice. La verdad es que todo fue fácil gracias a que el sonido del teatro esta vez fue envidiable. Los textos podían degustarse en su totalidad porque además primaban los momentos más serenos (al menos en la primera y última parte del concierto). Y ocurrió: Love of Lesbian consiguieron cautivarme. Todos los que me habían dicho que no podía perdérmelos tenían mucha razón. ¿Cómo podía haber estado al margen de esto durante tanto tiempo? Estos músicos habían conseguido emocionarme de verdad, que me sintiera en total comunión con ellos y sus fieles, como si siempre hubiera sido uno de ellos (y eso que no domino todo su cancionero). Ellos me lo perdonaban todo y me abrían las puertas para degustar una a una las canciones-historias de las que a partir de ese momento yo también era partícipe. Miles de detalles que había pasado por alto en su discografía los descubría ahora. En ese momento, mientras saboreaba uno a uno los recovecos de sus canciones en directo, me sentía único, feliz de formar parte de esto. Era cierto que los directos de Love of Lesbian se convierten en un espectáculo casi místico, pero en el que no falta tampoco un toque de humor, y conforme avanza la noche una buena dosis de descaro y desenfreno.


El concierto empezó con contundencia, pero a la vez con cierta calma, sabiendo dar cada paso con firmeza. Los seis músicos bien engrasados sonaban incluso mejor que en los discos y atacaron uno de los temas más logrados de ese “Poeta Halley”. Se trataba de “Cuando no me ves” y a éste le siguieron “Océanos de Sed”, “Nadie por las Calles” y “Bajo el Volcán”. Cuatro temas que ya daban muestra de que la noche iba a ser brillante. Las primeras palabras de Santi Balmes fueron para agradecer la asistencia de este público entregado a un concierto completo del grupo, no dentro de uno de los múltiples festivales en los que son fijos, ya que de esta manera pueden ofrecer su espectáculo íntegro, dando importancia a canciones que en festivales no funcionan por no ser tan accesibles o populares. Por supuesto “El Poeta Halley” ocuparía el grueso de la velada, y a pesar de ser el disco más reciente de la banda, el público lo celebraba como si fuera el mejor disco de su carrera (creo firmemente que así es). “Allí donde solíamos gritar” y “Las malas lenguas” nos retrotraían a uno de sus discos más celebrados, aquel “1999” donde Santi Balmes descargó toda su furia y lo utilizó como terapia. 


Antes de interpretar “Los Seres Únicos” Julián Saldarriaga, que tomó la iniciativa para presentar muchas de las canciones de la noche, quiso acordarse de sus amigos de Supersubmarina, que sufrieron un grave accidente de tráfico mientras estaban de gira el pasado verano, y les dedicó la canción. Con “Contraespionaje” hicieron mención al paso del tiempo mientras se escuchaban en algunos versos referencias a la ciudad de Barcelona. Y entonces llegó uno de los mejores momentos de la noche, encadenando varios temas magníficos. “1999” comenzó con su famoso “hasta aquí llegó el ritual de enfados y canibalismo estúpido” a modo de dedicatoria e incluyó unos versos del “Por qué te vas”, que en su día popularizó Jeanette. Al concluir encadenó con la segunda parte de esa canción, que es “Voy a romper las ventanas”, con una intensidad emocional que ponía los pelos de punta. Le siguió la desnudez de “Segundo Asalto”, donde la acústica de Julián Saldarriaga y la voz de Santi Balmes bastaron para convencer a todos los presentes. De hecho ellos mismos dijeron que les encantaba hacer este tema así, tal y como nacen las canciones en Love of Lesbian. Después llegó el pasaje más emocionante de todos: “En busca del Mago” nos entregó a Santi Balmes teatralizando una canción que es pura poesía y que logró hacer que saltara más de una lágrima en la sala. Mucha emoción contenida que dio paso al lirismo de “Los males pasajeros”, sin duda dos de las mejores canciones de su última criatura.

Cuando llegó “Belice” el tono de la velada se transformó de la intimidad de los temas anteriores al desenfreno, con todos los presentes desatados y rendidos a los pies de la banda. “IMT” sonó tan enérgica como “El Yin y el Yen”, que sumó el descaro suficiente para afrontar su primera despedida tras dos de sus clásicos más potentes: “Algunas plantas” y “Club de fans de John Boy”.



Hasta aquí ya llegábamos a las casi dos horas de concierto y estaba claro que los bises prometían porque Love of Lesbian se habían ido en lo más alto. Su regreso siguió con los decibelios por las nubes de la mano de “Me Amo”, “Manifiesto Delirista” y “Fantástico”. Este derroche de “buenrollismo” final nos permitió ver claramente el disfrute de todo el grupo, a los que se les notaba exhaustos y a la vez encantados con la reacción de un público que les quiere. “Lesbianos” hasta la médula.


La recta final definitiva nos regaló casi media hora más de concierto. Comenzaron sonando de nuevo con voz y guitarra (simplemente con un “sol” y un “re”) unos extractos de “La niña imantada” y “Mi primera combustión”, un pequeño obsequio que no estaba en el guión. Santi Balmes aclaró que estas dos canciones eran como dos imágenes paralelas y así quedaron grabadas en mi interior, una unida a la otra para siempre. Después volvió a calzarse su chistera de mago y nos hipnotizó con “El Poeta Halley”, una canción mayúscula que me puso la piel de gallina. Su letra habla del arte de buscar la palabra adecuada, como hace su protagonista y autor. Lo más emocionante de este tema fue escuchar los versos finales del mismo recitados en la voz de Joan Manuel Serrat (pregrabada, como es evidente), donde todo el público permaneció atento a éstos y la banda se rindió a los pies de este gran maestro de la palabra que pone el broche final a su disco y que también aportó a este concierto uno de los momentos más intensos. En esta línea más pausada y reflexiva siguieron los dos temas con los que cerraron la noche. Primero con “Incendios de Nieve” y finalmente con “Planeador”, la canción que abre el último disco de los catalanes y que aquí puso la guinda a un concierto perfecto con homenaje a Prince incluido (del que se cumplía un año de su muerte) mientras los músicos se despedían y sonaba “Purple Rain”. A Santi Balmes, Julián Saldarriaga, Jordi Roig, Joan Ramón Planell, Oriol Bonet y Dani Ferrer se les veía felices y a la vez agradecidos a este público zaragozano que llenaba la primera de las dos noches en la capital aragonesa. Como dice una de las canciones de Love of Lesbian: “No es necesario tener principios, lo importante es tener finales”. Y éste fue un final para la historia, aunque a la vez fue el principio de mi romance lesbiano.



domingo, 23 de abril de 2017

Ni sorprende ni decepciona

Depeche Mode siempre consiguen seducirme. Espero cada uno de sus discos con ganas y nunca me decepcionan, aunque en este artículo, publicado el pasado 17 de abril en "El Giradiscos", me detengo en sus fórmulas repetidas desde que publicaran "Ultra" y en el escaso reconocimiento a sus nuevas canciones, que a pesar de ello siguen siendo notables. Además, repaso uno a uno los temas de este "Spirit", un trabajo que aunque no sea el mejor del trío en los últimos veinte años sigue siendo digno de hacerse con un sitio relevante en su extensa discografía.


Depeche Mode han vuelto puntualmente a su cita discográfica como cada cuatro años. Desde 1993 entregan un nuevo disco en este plazo acordado y desde la publicación de “Exciter” en 2001 lo presentan en directo sin remisión con una extensa gira plagada de éxitos junto con alguna de sus nuevas canciones. Esta vez se presentó antes la gira que el disco que iban a utilizar como pretexto para realizarla, pero el resultado es el mismo que en ocasiones anteriores. Un nuevo disco como excusa para volver a la carretera y recibir la ovación de miles de seguidores totalmente entregados a la banda de Basildon. Ropas oscuras, fidelidad extrema a sus ídolos, tatuajes que recuerdan a los de su vocalista… todo en sus giras parece que ya lo hemos visto, pero igualmente nos seduce. En todas las giras recientes del grupo, desde que en 1998 volvieran a la carretera tras la desintoxicación de Dave Gahan (presentando por entonces una recopilación de sus mayores éxitos), han seguido un esquema similar: cuatro o cinco temas del nuevo disco se cuelan entre los primeros interpretados de cada velada para después comenzar con su imparable sucesión de éxitos indiscutibles que hace que el espectáculo convierta en épica cada una de las noches de la gira. No faltan nunca “Personal Jesus”, “Enjoy the Silence”, “Walking in my Shoes”, “I feel You” o “Never let me Down Again”. Y así se diluye el efecto que podrían tener sus nuevas canciones en estos conciertos, porque independientemente de que los tiempos de “Violator” o “Songs of Faith and Devotion” nunca volverán, Depeche Mode han seguido ofreciendo a sus fieles discos más que notables que se pierden sin el reconocimiento merecido. Desde “Ultra” han presentado canciones muy interesantes que otros grupos de masas quisieran para sí, pero parece que esto no se les reconozca. Y es que prima más lo que los fans quieren, los éxitos inmediatos, el recuerdo a un pasado “mejor”. Sin hacer caso a estos juicios, con “Spirit” han vuelto a repetir su fórmula ganadora: un disco notable que mezcla vanguardia con sonidos electrónicos de los ochenta. En este caso se llegó a decir que el disco entroncaba con el sonido industrial de “Black Celebration” e incluso “Some Great Reward”, aunque a mi entender es más una estrategia de marketing para resaltar su cambio de productor, que si bien redefine levemente el esquema sonoro de los últimos discos del grupo (producidos desde 2005 por Ben Hillier), no llega a mirar demasiado a esos primeros discos en los que Martin Gore y los suyos eran todavía cuarteto.

James Ford produce un disco denso, de nuevo oscuro y crítico, que tiene en el desamor y en los conflictos políticos su base lírica y en el blues electrónico su predominio sonoro. No, tal vez no sea el mejor disco de su carrera desde “Songs of Faith and Devotion”, pero es que sus fans deberían estar cansados de este tipo de etiquetas. Depeche Mode no tienen por qué intentar llegar más lejos de lo que llegaron a principios de los noventa. Su batalla ahora es otra. Una que se basa en mantenerse y ofrecer un producto de indiscutible calidad, y eso debería estar por encima de las comparaciones. “Spirit” es un gran disco. De eso no hay duda. Así que esto es lo que debería importarnos. 


La primera canción de esta colección es “Going Backwards”, con la que el oyente va entrando poco a poco dejándose llevar por los suaves sonidos electrónicos hasta que se convierte en un tema grandilocuente y desgarrador, aunque el inmediato paso a “Where’s the Revolution” deja a este primer corte más en la sombra. Ahora el discurso político se mezcla con una base apoyada en un slide de guitarra que parece copiado de “I feel You”. La canción se adhiere rápidamente a nuestra cabeza y es fácil volver a su estribillo una y otra vez.  Una balada efectiva llega con “The Worst Crime”, con un Dave Gahan que sabe emocionar con su solemne gravedad, y ésta da paso a “Scum”, un tema que se nutre de una base ruidista y unos sintetizadores en el estribillo casi orquestales. “You Move” es el tema que firman juntos Gore y Gahan, un divertimento que ya practicaron en el disco anterior, aunque en “Delta Machine” dejaron relegada su canción a medias al disco de extras. Ahora con “You Move” mezclan un estribillo de fácil digestión con un sintetizador que juega entre los versos, pero que no termina de encajar. Con “Cover Me” sin embargo Dave Gahan se luce en la composición junto a sus escuderos Peter Gordeno y Christian Eigner y, tras un evocador inicio, el tema se pierde en un instrumental final que recuerda muchísimo a “Clean” de “Violator”. Y es que desde que Dave Gahan comenzó a aportar algunas de sus composiciones a los discos de Depeche Mode éstas han sido de lo más interesantes, mostrando así que su nivel compositivo tal vez no tenga la pegada y la facilidad para convertir en hits cada una de las creaciones de su compañero, pero son igualmente meritorias. En “Cover Me” la interpretación vocal estremece y nos conduce con su desarrollo final hasta ese puente que es “Eternal” que funciona a modo de lamento en la voz de Martin Gore para pasar a otro de los temas compuestos por Gahan, “Poison Heart”, esta vez en tono de blues electrónico que tan bien manejan con una guitarra que se hace presente marcando el tempo de forma contundente y con un estribillo final muy sentido. “So Much Love” estalla con un ritmo seductor acelerado y con esa distorsión vocal que tan bien le sienta a Dave cuando se mezcla con los coros armónicos de Martin. Si a esto le sumamos un estribillo que juega con la rima y la repetición y un toque de guitarra más rock este tema puede convertirse en otro de los clásicos recientes del grupo. “Poorman” recuerda a un “Policy of Truth” deconstruido, aunque no llega a explotar, y “No More (This is the Last Time)”, firmada a medias entre Dave Gahan y su amigo y productor Kurt Uenala, suena a despedida del oficio aunque con cierto aire colorista en su parte central. “Fail” pone el punto y final a un disco denso con un Martin Gore cantando realmente ajustado y con un profundo sentimiento. Un final lúgubre, algo decadente, pero es que el disco en sí no es en absoluto optimista y predomina la autorreflexión y el escapismo. 

Una vez más Andy Fletcher funciona como el engranaje del trío entre sus dos cabezas visibles, el ideólogo y compositor principal y el frontman seductor. Pero es que este trío tiene muy claro el papel de cada uno de ellos y consigue hacer funcionar a la perfección a uno de los grupos clásicos de los ochenta más interesantes en activo. Depeche Mode es uno de esos gigantes de estadio a los que les pesa mucho su pasado y tal vez por eso no se valoren como merecen sus últimas creaciones, pero pensad por un momento que no fuera así, que este trío fuera de nueva creación. Estaríamos hablando entonces de algunos de los discos más rotundos y arriesgados del siglo XXI. Depeche Mode siguen resultando transgresores y cautivan a todo aquel que se acerca sin prejuicios a sus obras más recientes. “Spirit” merece sin ninguna duda su propio espacio en una discografía que ya suma catorce álbumes, sin contar recopilaciones o directos. Una discografía de las más interesantes y equilibradas de los últimos cuarenta años.


lunes, 17 de abril de 2017

Lo Niego Todo

Escribir sobre este disco me hacía muchísima ilusión. Sabina es uno de los artistas más grandes de nuestro país y es además un músico al que admiro. Se han escuchado muchas cosas sobre este "Lo Niego Todo" en su primer mes de vida y yo quería afrontar esta reseña incidiendo en los aspectos estrictamente musicales, porque eso es lo que verdaderamente importa de Joaquín Sabina y sus discos. Muchos periodistas hablan de "Lo Niego Todo" y se quedan más en el icono que es su protagonista y no en sus canciones. Y yo, aprovechando que el disco es una celebración del lado más rockero del maestro, para lo que se ha rodeado de sangre joven como la de mi admirado Leiva, e intentado que sea eso lo principal al hablar de estas doce magníficas canciones. El mejor Sabina en muchos años. El artista que recapitula y escribe sin pudor vistiendo además sus creaciones de sonidos atemporales más cercanos al rock que en sus últimos discos publicados, cosa que se agradece no sólo porque recuerda a su particular frontera entre los ochenta y los noventa, sino porque no se estanca, se renueva, rejuvenece y consigue firmar un disco excelente, donde no sobra nada y que resulta plenamente adictivo.

Todo esto lo desgrané en la reseña que hice una vez más para "El Giradiscos", a los que agradezco enormemente el trampolín que me brindan para dar a conocer la humilde opinión de alguien que simplemente ama la música. Gracias una vez más a este equipo increíble y especialmente a Kepa, por su paciencia y por darme total libertad en la que cada día siento más como mi casa.

Y tampoco puedo dejar de nombrar a Fer, con el que comparto mi admiración por el maestro Sabina y a quien dedico esta entrada, pues él sabe mejor que nadie lo que este disco me ha aportado desde el primer momento que supe de él y todo lo que todavía tiene que regalarme.


Sabina, Leiva y Benjamín Prado. ¡¡Menudo trío de ases!! Después de casi diez años desde aquel “Vinagre y Rosas” Sabina nos devuelve su mejor versión junto a sus nuevos escuderos. Bueno, en el caso de Benjamín Prado ya colaboró con Joaquín casi íntegramente en las letras del citado “Vinagre y Rosas”, pero la participación de Leiva al 100% se confirma aquí como una fórmula magistral, ya que hasta ahora lo único que habían hecho juntos era una colaboración puntual.

La juventud del rock con la madurez del autor que mejor sabe hilvanar sus versos. La perfecta comunión entre estilo rockero, que tan bien maneja el joven madrileño, y escritura pulida del de Úbeda. “Lo Niego Todo” prometía convencer a crítica y público. Se llegó a asegurar que era su mejor colección de canciones de los últimos veinte años, pero lo mejor es que estas afirmaciones estaban en lo cierto. Es un disco que pasa en un suspiro y dan ganas de volverlo a poner una y otra vez. Sabina se crece a cada paso, canta susurrante e incluso por momentos muy bien. Convence una vez más con sus letras que enlazan imágenes bellas a la vez que familiares y costumbristas (algo que en la mayoría de los temas lo consigue de la mano de Benjamín Prado, al que tampoco hay que quitarle mérito) y nos brinda su disco más en clave de rock desde los años ochenta.

Empezaré por el principio. “Quien más, quien menos” comienza suavemente adentrándonos en el sonido fronterizo americano, con uso del slide de mano de Carlos Raya (que se encarga también de las labores de mezcla en el disco) y una cadencia suave, como queriendo confesarse ante un público que le conoce, pero al que Joaquín le quiere dar algo más. Porque este carácter confesional del disco es una baza que se repite de forma constante. Sabina asume su lugar y su edad y afronta esta definitiva madurez musical desde la cercanía y la desnudez del que quiere dejar todo atado. Seguimos en la frontera con su homenaje a J.J. Cale en “No tan deprisa”. Aquí la música corre a cargo del que fuera mano derecha de Leiva en Pereza, Rubén Pozo. El slide se transforma en un pedal steel juguetón que se complementa perfectamente con el brío del piano a manos de César Pop, otro de los fieles escuderos de la Leiband. Y es que en el disco colabora desde el citado Pop a José Bruno a la batería, Candy Caramelo e Iván Gómez “Chapo” al bajo e incluso Tuli, Marcos Crespo y Gato Charro en la sección de metales, todos ellos del entorno del joven madrileño (clara intención de rejuvenecer a los músicos que acompañan a Sabina). La participación de Antonio García de Diego es testimonial, con una acústica en “No tan deprisa” así como con su reconocible guitarra portuguesa en “Canción de Primavera”, mientras que Mara Barros y Jaime Asúa tan solo aportan unos coros muy puntuales. Su hasta ahora mano derecha Pancho Varona ni aparece, aunque tranquilos, le acompañará en directo. Pero lo que sí destaca entre los músicos escogidos para la ocasión es la vuelta a los coros de la personal voz de Olga Román, que acompañó al maestro durante tantos años.

Llegamos al tema que da título al disco. Una balada apoyada en el piano del siempre preciso Joserra Semperena, que va creciendo poco a poco hasta su estribillo imborrable. Joaquín Sabina no se deja nada en este tema y va repasando una tras otra todas sus facetas musicales y extramusicales. Los vientos en la parte final recuerdan a los Beatles con sus arreglos orquestales, otra de las innegables referencias del productor. En “Postdata” hay un nuevo invitado que deja su impronta con el manejo de la guitarra. Hablamos de Ariel Rot, que pone música y talento a esta composición con aires latinoamericanos cercanos a la ranchera y cadencia de acordeón.


“Lágrimas de mármol” es una de las mejores composiciones de todo el álbum. Los mejores versos de Sabina entonando por momentos el mea culpa y asumiendo su sitio, junto a un apoyo instrumental con guitarras en la línea del más clásico rock setentero y arreglos de metales aportando color a una canción reveladora. “Leningrado” sin embargo puede dejar una sensación agridulce. Es una de esas postales que tanto gustan al maestro y que se debate entre recuerdos pasionales y encuentros posteriores, todo ello con el telón de fondo del comunismo, aunque la letra se me antoja algo larga. Eso sí, la rítmica adoptada en la música que firma su amigo Jaime Asúa, consigue encajar en el conjunto gracias entre otras cosas al una vez más adecuado uso de los metales. “Canción de primavera” es un tema optimista y vital, con música de Pablo Milanés y de nuevo aires latinoamericanos que le alejan algo de la línea general del álbum. ¿Un patinazo? Al contrario, es una buena forma de aportar otros matices a un disco que si queremos ponerle alguna pega quizá sea la menor incursión en estilos más variados que sí veíamos en trabajos anteriores.

Y así desembocamos en la parte del disco que encaja más en los años ochenta y primeros noventa de la extensa carrera de nuestro protagonista. “Sin pena ni gloria” podría estar en “Esta boca es mía”, con una progresión de versos familiar y una letra en primera persona defendiendo la honestidad del yo, la autenticidad de su protagonista. “Las noches de domingo acaban mal” tiene un riff que bien podría haber parido Keith Richards y su letra podría haber sido sacada de su repertorio con Viceversa, con más descaro y desprovista de artificios literarios. Es efectiva y precisa, e incluso puede recordar a “Barbi Superestar” en su base rítmica y guitarrera. Cierto es que con el uso de este sonido eléctrico, el disco puede pecar de tener en Leiva a la referencia más directa, pero es que a Sabina le sienta estupendamente. La clara apuesta por su forma de producir, afrontar la composición instrumental y la ejecución final es arriesgada, pero resulta un acierto, dejando reducidos los temas menos rockeros a casos puntales y que pueden llegar a pasar más desapercibidos. Aunque esto también podría ser una estrategia para resaltar más los temas que se salen de lo marcado por la mayoría, como ocurre con “¿Qué estoy haciendo aquí?”, un reggae urbano ejecutado por la Forward Ever Band y marcado por tres historias cotidianas de esas que tan bien escribe Joaquín. ¿Quién decía que no podía atreverse a estas alturas con algo así Sabina? Sinceramente el reggae le sienta mucho mejor que el rap tantas veces afrontado con anterioridad.

“Churumbelas” va en la línea de historia de la calle como ocurría en la canción anterior, pero aquí en forma de rumba donde se encarga de la totalidad de letra y música el propio Joaquín. Y el resultado es cuando menos evocador, porque no desmerece para nada anteriores incursiones del de Úbeda en este género como hiciera con “19 días y 500 noches” o “Ruido”. Tal vez esta canción no aguantará el peso de los años, pero se gana su sitio destacado en la recta final del disco.


Tras apenas cuarenta y cinco minutos suena la última canción, un tema crepuscular y muy sentido. Una maravilla mano a mano entre Leiva y Joaquín. “Por delicadeza” es uno de esos temas lentos con los que gusta terminar los discos a Sabina, pero esta vez comparte protagonismo con su nueva mano derecha, que aunque no vaya a acompañarle en la gira ha dejado muy marcado su estilo en más de la mitad de estas canciones.  “Por delicadeza” estremece y resuena en tu interior hasta que decides darle otra vez al play y empezar de nuevo. Porque éste es un disco que no cansa, que apetece degustar cuanto más mejor. Será por su frescura en la producción, por su no demasiada extensión o porque Sabina canta mucho mejor que en sus últimas entregas. La cuestión es que “Lo Niego Todo” se ha ganado un sitio muy destacado en su discografía. No es algo pasajero. Será recordado. Puede que alguna canción tenga ciertas similitudes con algo ya escuchado anteriormente y tal vez sea cierto, pero tras casi cuatro décadas de carrera, ¿quién no va a recurrir sin pensarlo a su pasado? Me niego a pensar que sea algo intencionado o motivado por la falta de inspiración, porque precisamente de esto las doce canciones que conforman el álbum están sobradas.

No me equivoco si afirmo que los cambios en el timón de la producción siempre han sentado bien a Sabina, y si no recordemos “19 días y 500 noches” con la aportación novedosa de Alejo Stivel a los mandos, o el cambio de sonido que supuso “El hombre del traje gris” con la entrada del tándem formado por sus inseparables Antonio García de Diego y Pancho Varona. Leiva ha vuelto a repetir esta fórmula magistral que convierte el cambio en una necesidad para no desgastarse y dejarse sorprender y lo ha conseguido con creces. “Lo Niego Todo” ya es parte de la historia de este país, que con lanzamientos así recupera la pasión por la música y nos recuerda que cualquier tiempo pasado no tiene por qué ser mejor.



viernes, 14 de abril de 2017

Monstruos en vivo

No había podido ver hasta ahora en directo a Leiva y he de decir que tenía muchas ganas de hacerlo. Ya desde los tiempos de Pereza me llamó la atención la capacidad compositiva e interpretativa de este músico, pero por diferentes motivos no había podido comprobar su efectividad sobre las tablas. Por eso la cita del pasado 1 de abril en la Sala Multiusos zaragozana para presenciar una de las múltiples paradas de su gira "Monstruos" (por qué no decirlo, el mejor disco de su carrera hasta el momento) se presentaba como una oportunidad que tenía que aprovechar.


Un azul intenso dominaba el escenario mientras la espera y poco a poco la sala se fue llenado de un público eminentemente joven (más veinteañeros que cercanos a los cuarenta) y aparentemente muy devoto. Es cierto que el músico madrileño tiene algunos detractores (¿envidiosos de su éxito?), pero aquellos que son realmente incondicionales lo veneran como al que más, como así demostraron desde el primer minuto en que Leiva salió a escena. El músico, rodeado de la "Leiband", arrolla con todo su arsenal desde la primera canción y no baja el nivel en las casi dos horas que dura el show. Un espectáculo marcado por la intensidad de las luces que llenan el telón de fondo del escenario y que consiguen crear atmósferas muy interesantes en algunas canciones, pero sobretodo dominado por el rock, en sonido y actitud. No nos olvidemos que las protagonistas de la noche son las canciones: un repertorio elegido con mucho gusto, donde no falta ni sobra nada y que demuestra los grandes aciertos de Leiva, un auténtico maestro a la hora de parir cañonazos en forma de canción de menos de cuatro minutos.


Desde que sonaron los primeros acordes de "El último incendio" todos los que estábamos presentes sentimos que esos ocho músicos eran un todo y que estaban dispuestos a dar su mejor versión. El público acompañaba fervientemente con sus coros y sus móviles en alto y así fueron desgranando canciones de su último disco acompañadas de una buena selección de éxitos de su carrera en solitario y con Pereza. Muy pronto sonó "Animales" y la actitud descarada del madrileño afloró sin miedo. Al igual que sucedió con la potente "Guerra Mundial", la confesional "Los Cantantes" o el rock n' roll clásico de "Sixteen", canción que presentó en su día rodeado de Carlos Tarque y Fito Cabrales y que aunque no aparece en ninguno de sus discos el público no olvidó ni un verso de sus estrofas. Con el trío de temazos formado por "Eme", "Breaking Bad" (la que empezó a dar forma a sus "Monstruos" según nos confesó) y "Miedo" (con un desarrollo final delicioso donde sonó "Superjunkies" a modo de guiño), Leiva dejaba claro que sus composiciones se van ganando cada día un hueco más sólido en el rock patrio. El concierto estaba pasando como un suspiro, y así llegó otro recuerdo curioso al pasado con la stoniana "Superhermanas" y la delicada "Amelie" para dar paso al set íntimo de la noche protagonizado por "Vis a Vis", únicamente acompañado de su guitarra acústica, y "Monstruos", donde la banda volvió a arropar a Leiva para que no decayesen sus melodías entre los murmullos de la sala (y es que una vez más parece que los momentos más sentidos y desnudos sobran en estos eventos porque la mayoría de los presentes no son capaces de guardar el silencio que se requiere para hacerlos mágicos). Leiva es consciente de la dificultad de llevarse a todo el respetable a la intimidad propia de una sala pequeña, por lo que no estira este momento y vuelve a dar guerra con la crudeza de "Electricidad", una de sus canciones más acertadas y tremendamente efectiva en la recta final de la noche. Ya no se despegará de su inseparable telecaster (esta vez decorada con referencias a la Velvet Underground) y así enlaza uno tras otro sus mayores éxitos, desde "Como lo tienes tú" hasta "Mirada perdida" sin dejarse por el camino "Terriblemente cruel" o la primera estrofa de "Estrella Polar".


Tras la "falsa" despedida el público enloquece. Sabe que aún queda algo más para los bises y la "Leiband" vuelve con "Sincericidio". Leiva deja para el final un gesto de recuerdo a su antiguo compañero Rubén Pozo, con el que soñó llenar esta sala en los tiempos de Pereza y nos cuenta que desde que lo consiguieron entonces no ha dejado de hacerlo, cosa que celebramos todos los presentes. Y justo en ese momento es cuando consigue que se haga magia de verdad. Nos pide que por una canción, todo el mundo deje a un lado sus móviles y nos dediquemos a disfrutar del momento, a vivir la música sin ninguna distracción que la empañe. En un concierto donde he visto más móviles al aire por metro cuadrado, conseguir que todo el mundo se meta su celular en el bolsillo y se olvide de él para entonar al unísono "Lady Madrid" es algo increíble. Pero Leiva lo consigue, ¡¡vaya que sí!! Por un momento sentí que estaba en medio de un concierto de los años noventa, cuando las tecnologías no acaparaban más protagonismo que los propios músicos. Y fue fantástico, lo mejor de la noche. Fue entonces cuando la música se convirtió en la verdadera y única protagonista. Un detalle que puso el broche de oro a cien minutos que pasaron como una exhalación y donde se demostró que el repertorio de este músico es infalible, una auténtica apisonadora sónica que no sería posible sin el buen hacer de esta banda, que acumula vivencias que traslada a las canciones y las convierte en algo compartido por todos. La "Leiband" hace suyo el éxito de estos shows como si fueran uno con su verdadero protagonista. Desde Tuli y Gato Charro, que disfrutan como enanos con sus vientos, César Pop, que llega a "desmelenarse" si el momento lo requiere, Manolo Mejías, "Niño" Bruno y Luismi "Huracán", que aciertan con su pegada precisa, y hasta el mismísimo Juancho "Sidecars", mucho más que el hermano de Leiva, que impone su fraseo a las seis cuerdas y se muestra como un gran guitarrista que ama su instrumento y le otorga una personalidad contundente. Todos ellos son imparables y regalan a Leiva la mejor formación rockera que éste pueda desear, como así demostraron en cada una de las canciones interpretadas.

Leiva nos enseñó que su sitio lo tiene ganado con creces por méritos propios. Que sus canciones pueden gustar más o menos a los "entendidos" del negocio musical o que su público puede ser más joven que el de otras propuestas rockeras del país, pero eso no le quita ni un ápice de honestidad y actitud. Leiva sabe lo que hace y lo hace bien, muy bien. Arma un espectáculo sólido y conquista su lugar gracias principalmente a unas canciones merecedoras de todo ese éxito.


domingo, 9 de abril de 2017

Entrevista a Carlos Goñi

Tras publicar en "El Giradiscos" la reseña del último disco de Revólver y la crónica de su concierto en la Sala Oasis, cerramos de la mejor forma posible con una entrevista al protagonista de este magnífico disco que es "Capitol". Esta entrevista fue para mí una experiencia inolvidable por la cercanía y honestidad de Carlos. Un auténtico regalo que os dejo también aquí para que podáis releerla y empaparos de las palabras de este gran músico y mejor persona.



Carlos Goñi nos atendió escasas horas antes de su concierto en la zaragozana Sala Oasis. Durante la distendida charla nos acercamos a muchas de las canciones de su último disco “Capitol”, un álbum acústico en sonido, pero muy incisivo, como nos tiene acostumbrados su autor, a la vez que muy personal y acertadísimo. Además de esto navegamos en sus últimas subidas y bajadas así como en su recién estrenada independencia o en su visión de la industria musical.
  

Buenas tardes Carlos. Lo primero de todo, felicidades por tu nuevo álbum. Voy a empezar preguntándote por qué eliges el hotel Capitol y la Gran Vía madrileña para inspirarte en el disco.

Carlos Goñi: En realidad fue una cuestión logística más que otra cosa. Estos últimos tres años he tenido que pasar mucho tiempo en Madrid por motivos de trabajo y personales y normalmente paso temporadas en esta ciudad como centro de operaciones. En una de estas veces voy a este hotel, me fascina y desde entonces cada vez que tengo que ir a Madrid me quedo en el hotel Capitol. Hasta que llega un momento que me encuentro tan a gusto en el hotel que empiezo a escribir y empiezo a pasar más tiempo en él, resultándome de lo más evocador e inspirador por la ubicación que tiene, por lo que significa para mí Gran Vía, etc.

¿Y es verdad que es un disco más “hacia adentro”?

Carlos Goñi: Si, es verdad. “Babilonia”era un disco muy “hacia fuera”, hacia el exterior y con más crítica y denuncia, pero en éste, aunque también haya algo de denuncia, no grito, por decirlo de alguna manera. Evidentemente “Cerraré los ojos” no es irónica, pero podría haberla escrito de otra manera y sin embargo no es así. Me resultaba muy importante mantener la inocencia del chaval protagonista cuando podría haberla escrito bajo el prisma de la madre o desde fuera contando lo que estaba pasando y cargar tintas… y sin embargo no lo hice, no era la idea.

En “Premios y Cicatrices” sí que veo introspección, veo que son tus subidas y bajadas. Es muy personal, no tan “hacia fuera”.

Carlos Goñi: Es que han sido tres años así, con unas subidas y unas bajadas de una montaña rusa brutal. Cierto es que en “Babilonia” estaba la canción más devastadora que he escrito en mi vida, que es “Teamotemor”. Nunca había escrito nada así y espero no volver a hacerlo de esa manera porque esa canción me dolió la vida y sin embargo aquí, en “Premios y Cicatrices” hay mucha ironía por todos los lados, que es algo que llevo años persiguiendo porque yo soy muy, muy irónico.

Y sin embargo parece lo contrario, que tengas una fachada más seria.

Carlos Goñi: Sí, esto era algo que me apetecía pero ha tenido mucho que ver con una “salida del sótano”, como digo yo últimamente. Escapaba de un sótano donde he estado cuarenta años metido. He tenido la fortuna de conocer a personas importantes durante estos últimos dos años especialmente que me han mostrado cosas de mi vida que no me han gustado. Hasta que una mañana me levanté, cogí la mochila, la puse encima de la mesa y empecé a desechar todo lo que no era mío. Me puse a repartir culpas, a devolvérselas a sus dueños.

¿Y eso es entonces “Perdí lo que no tuve”?

Carlos Goñi: No necesariamente. A partir de hacer esto lo que hago es retocar canciones. No hay ninguna canción específica que hable de esto, pero sí que es verdad que este álbum está escrito a medio camino entre sacar la cabeza del sótano, quedarse mirando y decir: “hostia, ¡qué bien se está!”.

Por lo tanto hay mucho optimismo también. ¿De ahí la ironía del principio con “Más tequila”?

Carlos Goñi: Sí, sí, sí. “Más tequila” es una fiesta porque desde la habitación donde estaba en el hotel Capitol veía en el edificio de enfrente un ático impresionante  y siempre pensaba que se tenían que montar unas fiestas tremendas. Un día me monté una fiesta imaginaria pensando en qué tipo de gente iba a estar ahí. Yo soy el que digo en el tema: “cariño, dame otro tequila que no soporto esto”.

¿Con esta canción criticas a tu manera las tendencias sociales que se llevan ahora?

Carlos Goñi: Con “Más tequila” voy haciendo amigos (risas). Al final creo que yo no soy quien para decir qué es importante y qué no lo es. En todo caso lo único que puedo hacer es limitarme a reírme de ciertas cosas pero siempre bajo mi punto de vista, más con ironía que con otra cosa. Lo que sí que detecto es que estamos en un momento donde hay más “wanna be” que “be”. Mucho más “yo voy a ser, yo voy a ser…”, que “yo soy”.

En cuanto a sonido este disco es bastante más acústico, ¿un contraste de manera intencionada con el anterior? Por ejemplo, yo destaco “Mustang Shelby”, que tiene mucha garra, pero en la justa medida, ¿no?

Carlos Goñi: Es acústico porque el sello que quería de producción era ese. Era imprescindible que fuera muy acústico. Hay una cosa que suele ocurrirme y por eso me pongo un poco a la defensiva cuando alguien me dice: “Es que Revólver siempre suena igual…” Y yo digo: “¿En serio? No, lo siento pero no”. Revólver nunca suena igual. Eso es algo que de hecho no ha ido en mi beneficio de cara al exterior.

Es que ni siquiera los tres “Básicos” han sonado igual, incluso tienen distintas formas de afrontar su ejecución.

Carlos Goñi: No, es que yo me aburro. No puedo hacer los discos iguales. En este además he cambiado hasta la manera de cantar, bueno más bien he aprendido a cantar con más registros que aquí he podido utilizar. Cantar más cerca, mucho más grave, que es una cosa que me gusta y he tardado muchos años en aprender a hacer y que en este álbum he utilizado en muchas canciones como en “Cerraré los ojos” o “Magnolia Lane” que creo que se necesitan cantar así.

Hablabas al comenzar de “Cerraré los ojos”, una canción tremenda que te deja paralizado. ¿Cómo te decides a escribir un tema así?

Carlos Goñi: Hace unos años un amigo director de cine me pidió que le hiciera una canción para una peli que se llamaba “Cerraré los ojos” y yo escribo esta canción con guitarra y voz y una letra que no era exactamente así para utilizarla en la misma. Durante años la hago en algún concierto, nada extraordinario. Pero en este álbum recupero esta canción y “Ángeles de alas sucias” y entran de cabeza. Es como si en otros álbumes y repertorios no funcionaran, hasta que en éste consiguieron hacerse el hueco que necesitaban. Con “Cerraré los ojos” lo que hice fue llevármela a un terreno musical más al estilo Ry Cooder, meterle unos coros a la altura de la canción, con una ambiente mucho más americano, más fronterizo y he quedado muy satisfecho. Además la batería de Ángel Celada es maravillosa, de todo el disco en realidad, pero en este tema creo que Ángel da una masterclass de cómo tocar una batería.

Otra de las canciones que me ha descolocado es “Frío en Madrid” y quería preguntarte por su significado. ¿Cuánto hay de pérdida o de dejar atrás algo que se desea?

Carlos Goñi: Yo puedo explicar lo que quería decir con esa canción, pero la realidad es que en el sentimiento que le transmite a cada uno yo no pinto nada, porque a cada uno le traspasa la piel de una manera. Yo no tengo derecho a decirle a alguien si se está equivocando con lo que le hace sentir, lo único que puedo decir es cómo la hice y esta canción es más simple que todo eso que me comentas. Para mí esta canción es el reflejo de dos fotografías o postales. Una era la fotografía de Madrid un día de invierno lloviendo en el asiento de atrás de un taxi. Si suena esta canción veo eso, y también veo otra postal, la del reflejo del primer paseo de una pareja de críos por Madrid solos, una pareja de quince años donde las calles son Hollywood, el metro es una limusina y la ciudad es suya, con todo por delante. Luego llega la noche y cada uno se va a su casa y los gorros de lana eran gorros y las luces de Broadway eran farolas, pero durante un rato estaban en Broadway, iban en una limusina y eran los reyes.

Últimamente se lleva mucho este estilo de “folk americana”, que a mí me encanta. Lo hemos visto en “Delta” de M Clan, en los últimos discos de Quique González… pero se puede decir que tú ¿te alejas más de estos cánones o más bien lo llevas haciendo toda la vida?

Carlos Goñi: Yo creo que llevo haciendo esto desde “El Dorado” mínimo. Y si le metes piano de arriba abajo a “Si no hubiera que correr” podría decirse que lo llevo haciendo desde ahí, con lo cual… Yo tenía la sensación de estar llevando un sonido en una misma dirección musical desde hacía bastantes años y sentía que había pegado una patada y abierto cierta puerta en España, pero que el rédito se lo estaban llevando otros. Entonces, hablando de esto con mi  ingeniero de sonido Matheu Sena me dijo lo siguiente: “Esto es verdad, pero la culpa es tuya porque no eres capaz de aguantar dos discos haciendo lo mismo. Muchos otros sin embargo hacen un disco y continúan en esa línea, pero tú no puedes pretender hacer un disco que suene muy americano como es “Calle Mayor”, que es puro Neil Young, o “El Dorado”, que es más Springsteen, y luego de repente traerte a doce irlandeses para grabar el segundo “Básico”. Luego te haces “Sur”, que no sé muy bien lo que es pero que tiene hasta un fado. Lo mismo ocurre con “Argán” o “21 Gramos”, que son todo cuerdas, o “Mestizo”, que es un cacharrazo de hard rock. Tío, ¡¡si eres tú el que va cambiando, el que va despistando!!”. Pero claro, para mí es inconcebible hacer dos discos iguales.

Esto me hace volver a “Perdí lo que no tuve”, pero no por la temática sino por el uso de la guitarra española, poco común en tus discos, siendo casi una “canción de autor”.

Carlos Goñi: Sí, es curiosísimo lo de esa canción. De hecho la llegué a grabar con todo, percusión, bajo, teclados, más guitarras… y no me gustó nada. Y me dije: “vamos a volver al principio. Vamos a hacerla al revés”. A la hora de mezclarla, en lugar de empezar cogiendo todo, decidimos hacerlo con la guitarra y la voz, nada más. Y el ingeniero se quedó mirándome y nos dijimos: “así es”. Sin más.

Y hablando del proceso de mezcla con esta canción me voy al tema de la producción. ¿Cómo afrontas el disco en este sentido?

Carlos Goñi: Una de las premisas que tenía a nivel de producción era cambiar esa costumbre de empezar grabando la base de bajo, batería y demás como guía para la voz y las guitarras. Se empieza grabando una guía simple de guitarra y voz para luego añadir el bajo y la batería que te sirvan de base. Y aquí no lo hicimos así. Tenía las velocidades muy claras y planteaba algún tipo de loop o muestras de batería que podían hacerme la función de guía para poder tocar la guitarra acústica y así lo primero que se grabó en este disco fue la voz y la acústica. A partir de ahí íbamos metiendo todo lo demás porque de lo que se trataba era que ningún instrumento se pudiese comer en ningún momento a la voz y a la guitarra acústica. Esa era la premisa, la voz tenía que estar en primer plano y lo demás de aquí para atrás. Eso no suele ser habitual. Claro, cualquier músico no es capaz de tocar estas cosas. Tenían que ser músicos un poco más específicos por concepto de sonido, con un control de la dinámica monumental. En fin, una serie de cosas técnicas que hacen que efectivamente “Capitol” sea diferente.


Detecto que estamos en un momento donde hay más “yo voy a ser” que “yo soy”



Cuéntame de “Sacristán de Sacristanes”. ¿Es un homenaje al cine o solamente a Sacristán?

Carlos Goñi: Efectivamente hay aquí una cuestión interesante. Es homenaje primero a Sacristán porque me parece uno de los grandes actores de la historia de este país. Por cosas de la vida creo que es el último de los grandes, porque estaban Agustín González, Alfredo Landa, José Luis López Vázquez, Fernando Fernán Gómez, Manuel Alexandre… y ¿quién queda? Sólo queda Sacristán. Ocurre que por mi edad representa una serie de roles en algunas películas de la transición que me muestran cómo puede ser el español moderno claramente europeo y liberal. José Sacristán representó tres o cuatro personajes que yo no veía por la calle como en “Asignatura pendiente” o “Solos en la madrugada”. Hablaba de una manera y decía unas cosas que te hacían ver en él a alguien único. Yo pensaba que así es como íbamos a ser porque en España no veía gente así. A partir de ahí sigo su carrera porque me gusta mucho como actor y a la vez sigo su carrera como persona, su crecimiento personal, y me constata que es uno de los mejores actores de nuestro país y como persona me parece uno de los tipos más coherentes y cabales que he escuchado en mi vida. Se junta todo y escribo esta canción que es muy importante para mí.

¿Y por “Sin Barcelona” te están preguntando? Parece que hagas referencia al independentismo, aunque tú la defines como una canción de amor.

Carlos Goñi: Es que lo es. Total. Lo bueno que tiene es que es una canción de amor como tal y esto es incontestable, independientemente de la ideología que uno tenga. Me han preguntado por la reacción que ha tenido esta canción cuando la he tocado en Barcelona y claro, ¿qué me va a decir alguien que sea muy nacionalista? No puede decir nada. Y cuando la he tocado allí, de alguna manera estoy diciendo: “no quiero que os vayáis por todo esto que os digo aquí”. Es como si en una pareja el uno le dice al otro: “no quiero que te vayas porque me gusta estar contigo”. Éste es el asunto. Es que estoy hasta las narices de escuchar opiniones sobre si se puede o no hacer una consulta ciudadana, que si la Constitución lo contempla o no… puedo estar de acuerdo o en contra, pero hasta ahora no he oído a una sola persona decir: “es que me gusta compartir con vosotros, es que si os vais me voy a quedar cojo”.

Pero claro, al tratar muchas veces temas políticos y sociales en tus canciones, llega ésta y parece que haya una intencionalidad detrás.

Carlos Goñi: Nadie, ni una sola persona me ha hecho ni un solo comentario político al escuchar esta canción, ni público, ni medios, nadie. Y todo el mundo sin embargo ha preguntado por ella, pero nunca con ese sentido. Porque es lo que te digo, va más allá de la ideología. Es simplemente decir que quiero que sigamos compartiendo espacio y me gusta sentir que cuando voy por Cataluña estoy en mi casa, me siento bien allí y me gusta compartir apellido. Nadie me lo puede discutir, para eso habría que decirme: “es que no quiero compartirlo contigo, Goñi”. Me lo puedes decir, pero nada más.

¿Cómo llevas tu etapa de independencia de Warner? Porque tu compañía es algo que siempre has defendido, pero ahora te decides a dar el salto a la independencia, a algo más pequeño y propio.

Carlos Goñi: Bueno, ¡¡la suerte que he tenido con este cambio!! Bastante más apoyo, más proyección, más promoción, más de todo. Ha sido un crecimiento que no me esperaba. Mi vértigo y mi miedo era decir: “¿Y ahora cuando me vaya, qué va a pasar; a ver si va a hacer mucho frío?” Y salgo y tengo acceso a programas de radio muchísimo más importantes, una mayor cercanía con los medios, muchísima más calidad en las entrevistas… ¡¡estoy flipando!!

Es que parece que los medios generalistas estén desvirtuando la música, como ocurre en famosos canales de radio, y sin embargo buscando la independencia y otros canales más pequeños, hay mucha más salida.

Carlos Goñi: No, pero yo te estoy hablando inclusive de programas de radio muy gordos, de los que se supone que no puedes ir salvo que seas el presidente de Gobierno. Programas que he estado pidiendo durante años y no los he podido hacer. Y de repente, me voy de Warner y me entrevista Isabel Gemio, con una audiencia enorme, y una entrevista divina, por cierto. He estado con Carlos Herrera, voy a estar con Francino, con Pepa Fernández… ¿Y la calidad de las entrevistas? Incisivas, inteligentes… que puedo asegurarte que hay un nivel mucho mayor desde que he sacado este álbum. No sé exactamente por qué, pero es algo que me está pasando. Además a mí me encanta estar de promoción porque me gusta la charla y la disfruto mucho.

¿Y la acogida en directo del disco, cómo está funcionando tras los conciertos de Barcelona, Valencia, Alicante y Bilbao, antes de éste en Zaragoza?

Carlos Goñi: La verdad es que muy bien. De este disco estoy haciendo en el repertorio ocho temas, algo que no hacía desde “El Dorado” y está siendo maravilloso.

¿Qué cambios ha tenido la formación actual de Revólver en directo?

Carlos Goñi: Con este disco quería más sonoridad. He hecho dos giras enteras en formato trío y me lo he pasado tremendamente bien y seguramente volveré al trío en algún momento, pero ahora mismo estoy disfrutando muchísimo de la banda que tengo. Siempre he tenido la fortuna de trabajar con bandas extraordinarias, grandes músicos con los que compartir escenario, pero ésta es técnicamente la mejor banda que he tenido nunca. Josué Santos es el teclista y saxofonista, que ha sido el director musical de Luz Casal hasta hace nada. La otra incorporación es Carlos Sánchez a la batería, que es otro músico que ha tocado con medio planeta y está aportando una manera de tocar distinta, con un concepto muy diferente. Y mi mano derecha, Manuel Bagüés, el bajista que lleva conmigo tocando ocho o nueve años, es la seguridad de saber que va a sonar todo en su sitio teniéndole al lado. Todos están aportando muchas cosas y hacen que suene distinto.

Últimamente me llama la atención y me molesta mucho que la gente se acuerde de los músicos cuando las cosas van mal, concretamente con el tema del cáncer de Pau Donés. Ahora sale en todos los medios, hablan de él… pero es que parece que la música se haya convertido en algo “de segunda” y únicamente sale a la palestra cuando muere Bowie o pasan estas otras cosas.

Carlos Goñi: Pero es que este país es así. La música es “de segunda” y el concepto de ser un músico en España en los últimos años está difícil. Yo creo que la culpa de esto la tiene la industria, que cometió un suicidio monumental cuando decidió que quería vender muchísimos discos y quiso colocarlos al lado de los paquetes de azúcar o pañales. O fue eso o es que perdió esa magia del acto de comprar un disco. Para mí ir a comprar un disco era la bomba, estaba toda la semana esperando que llegase el sábado por la mañana para ir a la tienda de discos, escuchar diez o doce y llevarme uno porque no tenía dinero para más. Tener un disco hoy en día es una estupidez, le das a un botón y lo tienes. Miento, no tienes el disco, tienes le sonido de las canciones. La industria lo hizo muy mal porque no puedes empaquetar los discos como si fuesen magdalenas. No puedes seguir pidiendo lo mismo por un disco que está estupendamente trabajado, con un montón de gente involucrada en ello para que eso quede lo más bonito posible, que por una “galleta” que la metes dentro de un cacho de plástico y ¡¡a volar!! Yo no voy a volver a sacar ni un solo CD en el formato Jewel Box, es una de las cosas que tuve clarísimo cuando me fui de Warner. ¡Se acabó! No me gustó el primer día y no me gusta hoy. Creo que deberíamos de intentar conseguir otra vez que la persona que se gasta la pasta en un disco se sienta orgullosa del disco que ha comprado, del contenido y también del continente como tal y al continente con los años se le ha ido dando menos valor y tenemos que conseguir que nos vuelva a gustar “esa cosa”, las canciones de dentro y “esa cosa”.


Nada me va a hacer “volver al sótano” porque estoy en el mejor momento de mi vida



He leído que cierras un ciclo con “Argán”, “Babilonia” y “Capitol”. Yo veo grandes diferencias con “Argán”, pero ¿es posible que se cierre este ciclo tras cumplir veinte años de carrera en 2010 y que desde entonces haya empezado algo nuevo?

Carlos Goñi: Más que con “Argán” el ciclo lo cerraría con “Enjoy”. Hay algo que se cierra en ese disco y se abre otro con “Babilonia”. Lo que pasa es que “Babilonia” es el último disco que hago con Warner y entonces dejo una serie de cosas que hacen que mi vida vuelva a dar un vuelco. Después de que ya me hubiera dado un vuelco por completo hace tres años, con todo esto me vuelve a dar otro importante. Ten en cuenta que con Warner he estado 27 años. Todo esto hace que me reubique en la dirección correcta. Como tenga que dejar algo más ahora mismo, sólo me queda dejarme a mí mismo. Ahora tengo la fortuna de tener detrás un equipazo de gente. Siempre he tenido la teoría de que soy el responsable de cada uno de mis fracasos, sin duda alguna, pero los éxitos siempre están compartidos porque tienen que llevar detrás a una serie de personas que hayan hecho su trabajo muy bien para que eso funcione, y en el momento en que una no lo haga, eso ya no funciona. Y si hay una que no lo hace es culpa mía porque yo soy el que las elijo. Y ahora mismo, curiosamente, estreno mi independencia y no me he sentido más cuidado, más querido ni más mimado jamás. Yo salgo de gira ahora mismo y tengo a Óscar, mi manager, que se ocupa de que todo esté perfecto. También cuento con mi ingeniero Matheu Sena, mi persona de confianza para todo, la cabeza pensante con el que decido todo a nivel musical. Es que todo el mundo hace su trabajo de una manera divina. Aunque pueda sonar hortera, estoy rodeado de amor por todos los sitios y te aseguro que es lo más grande que te puede pasar como persona. Sólo veo cariño a mi alrededor y yo así trabajo al 150%.

Y entonces esa ruptura personal que me comentabas al principio, esa “salida del sótano” se junta con todo esto y aparece un nuevo Carlos, supongo.

Carlos Goñi: Lo soy. Ya no volveré al sótano jamás en mi vida. Esto no lo dejo, nada me va a hacer volver al sótano. Me da igual lo que sea. No; porque estoy en el mejor momento de mi vida a todos los niveles con muchísima diferencia.

Entonces si no “vuelves al sótano” y el disco decíamos que era “hacia adentro”, ¿lo que venga ahora será “hacia afuera”?

Carlos Goñi: Se supone. No lo sé. Ya veremos lo que me depara la vida. Últimamente vengo planteando que los discos son mismos capítulos de un libro. Este capítulo es así, ya veremos cómo es el próximo.

Me gustaría comentarte, a modo de anécdota, que yo te vi en directo por primera vez con catorce años, en la gira del “Básico”. Me dejaste con la boca abierta porque no tenía nada que ver con el disco, era todo “tralla”, nada acústico. Esa gira fue lo contrario a lo que presentabas en el disco. ¿Cómo va a ser entonces lo que veamos esta noche? ¿También vas a sacar la garra eléctrica para presentarnos un disco acústico?

Carlos Goñi: Efectivamente lo voy a llevar a ese lado eléctrico. Es que soy incapaz de ejecutarlo exactamente igual que en el disco. A “Frío en Madrid” por ejemplo, le di todas las vueltas del mundo para ver cómo la presentaba en directo y se ha transformado. Y como esa todas en general. Porque una cosa es el directo y otra muy distinta son los discos. Además yo no me planteo los discos pensando en qué va a pasar después en directo. Los discos los hago como los quiero hacer y luego preparando los directos trato de solucionar los problemas que se me plantean al llevar eso al escenario con los músicos de los que dispongo, y en base a eso es como monto el repertorio. No hay más misterio.

Bueno Carlos, muchísimas gracias por atendernos con esta cercanía. Ha sido un auténtico placer. Tengo muchas ganas de verte dentro de unas horas en concierto porque hace mucho que no lo hago.

Carlos Goñi: Lo vas a disfrutar seguro porque esta vez la banda suena genial. Muy agradecido a vosotros también por la crítica del disco porque habéis dado en el clavo llevándolo hasta “Calle Mayor”. Es cierto que hace tiempo que no entro en esa pose de que el último disco es el mejor, pero es verdad que gente como Cristina Narea, que lleva trabajando conmigo desde el primer “Básico”, cuando acabó el álbum me dijo: “Carlos, esta es la mejor colección de canciones que tienes desde “Calle Mayor”, pero con mucha diferencia”. Está siendo muy celebrado por todo el mundo. De los últimos quince años es fácilmente el álbum que mejores críticas está obteniendo en líneas generales y eso me hace feliz. Me lo he pasado muy bien grabándolo, he disfrutado mucho con el sonido de las guitarras porque me parece que hemos ido un pasito más allá y hay una cosa que la digo con todo el orgullo del mundo, aunque pueda parecer prepotente, y es que tengo claro que más allá de que Revólver guste o no, los discos de Revólver suenan muy por encima de la media. Y a eso le sumo que el sonido de las guitarras acústicas de este disco es sublime. Trabajamos e investigamos mucho sobre cómo grabar esto para que sonase así porque parece que estemos tocando dentro del oído, y eso es mucho, mucho trabajo. Nos vemos en el concierto. Hasta la próxima.