Ya sé que son cosa del pasado, pero siempre que recuerdo mi
infancia y adolescencia las cintas de cassette tienen un protagonismo
fundamental. Hace tiempo que ni tengo forma de poder reproducir estas cintas en
mi casa, pues el CD se apoderó de mi discoteca totalmente hace más de 20 años,
pero recordar estos cassettes es inevitable. En las reuniones familiares salen a
relucir una y otra vez repasando canciones reproducidas en los largos viajes en
coche. También recordamos aquellas cintas de sonido sucio y de originalidad
mediocre que recopilábamos de artistas de lo más variopintos.
Yo personalmente recuerdo mis recopilaciones hechas desde
los 10-12 años para distribuir entre mis amigos de clase e incluso esas cintas
donde escondías algunas joyas grabadas de la radio o de la televisión (¡¡Bendita MTV original, sí, la de los años '90!!) para rellenar los huecos
finales que dejaba cada una de las caras de la TDK-60 después de haberte
grabado en ella el último disco de Sting, por poner un ejemplo. También
recuerdo los recopilatorios típicos de los ‘80, que siempre llegaban en formato cassette y que algún amigo te los pasaba en original para deshacer la
recopilación a tu gusto (esto era algo que hice una y otra vez con cada “Boom”,
recopilación por antonomasia del pop de los ‘80 y ’90, cuya totalidad había que
reducirla obligatoriamente a los 90 minutos de las cassettes de mayor
capacidad). Y qué decir de las cintas grabadas de algún vinilo en las que
podías escuchar el sonido de la aguja y cuyos espacios en blanco entre
canciones eran alterados por los cortes secos realizados durante la grabación
(toda una proeza tratar de ocultarlos y que los saltos entre canciones sonaran
limpios).
Las cintas de cassette coparon gran parte de mi vida hasta
los 15 años. Me pasaba horas y horas grabando cintas de recopilaciones,
haciendo copias de cassettes originales o de CD’s alquilados e incluso pasando
el audio de conciertos emitidos por televisión a estas cintas. Hoy por hoy el
sonido es mucho más nítido con nuestros CD’s, pero se ha perdido la magia de
hacer recopilaciones y de pasarse discos para grabarlos (ya que hoy todo el
mundo comenta ese dichoso “ya me lo bajaré” para después no prestarle atención
al disco en cuestión). Además hoy hasta podemos adquirir carátulas para maquear
nuestras copias (si es que alguien sigue grabándose los discos que no compra),
pero antes también había mucha magia en imprimir tu sello personal al copiar el
tracklist de cada disco a la carátula de la TDK (la más popular de las cintas
vírgenes entre los melómanos).
Pero lo peor de todo esto no es perder estos
detalles que no dejan de ser anécdotas nostálgicas, lo peor es que hoy no nos
paramos a escuchar los discos enteros, ignoramos canciones (o bien desde
nuestros iPOD o bien saltando pistas de los CD’s) y no prestamos atención a los
detalles que ofrecen las obras en su totalidad. Somos demasiado impacientes
para degustar un disco de principio a fin, para darle la vuelta a la cara de la
cinta. Lo queremos todo rápido y en tandas de 5 minutos. ¿Qué es eso de
dedicarle más de 40 minutos a un disco o a una recopilación? Pues esa era la
magia de las cintas de cassette. En mi caso es muy difícil que vuelvan, pues
hace mucho que sustituí mi vieja colección de cassettes por CD’s de los que
presumo de escuchar enteros, sin pasar cortes, y con los que disfruto como de
adolescente aunque ya no escuche el ruido de fondo entre pistas. Pero no deja
de ser curioso que siga emocionándome cada vez que recuerdo mis cintas, esa
colección que perdí en el afán por deshacerse de lo viejo y que se han quedado
flotando en ninguna parte a la espera de que tal vez algún día alguien las
encuentre y disfrute con ellas. Encontrará clásicos de R.E.M., Depeche Mode o
Queen, pequeñas sorpresas caídas en el olvido como algún disco de Hootie & the Blowfish, Smashing Pumpkins o Def Leppard, mi colección pirata completa de los Beatles, conciertos caseros
impagables extraídos de radio y televisión como alguno de Peter Gabriel, Elton John u Ocean
Colour Scene y alguna recopilación de éxitos dudosos, pero hechas con verdadera
pasión.
Y es que las cintas de cassette me acompañaron tanto tiempo que me resisto a olvidarlas por completo. Sirva pues esta entrada como mi pequeño homenaje a todas ellas.
¡¡Hasta siempre!!
¡¡Hasta siempre!!
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