viernes, 6 de febrero de 2015

La Inesperada Virtud de la Ignorancia

Habrá pocas películas que eclipsen a “Birdman” este año. Estoy seguro. Y es que la última propuesta de Alejandro González Iñárritu es ya un clásico.

Enfoca el cine de una manera totalmente novedosa, con un plano secuencia forzado e imposible, que consigue atraparte e hilar como nunca la acción de los intensos días vividos por sus protagonistas. Pero no solo por este plano secuencia tan comentado es original la película. “Birdman” es mucho más que eso. Es un canto a la creación y a la lucha de sus protagonistas. Es una propuesta abierta hacia un cine mucho más directo y valiente. Un cine que se asemeja más a un teatro (como el que se representa en la película) y donde la interpretación desgarrada y vital es una exigencia. Y es que las interpretaciones de “Birdman” son su mejor ingrediente: Michael Keaton está asombroso, totalmente creíble, en el papel de su vida; Edward Norton es una bomba y le da a la película el toque más descarado, estando siempre a la altura de los más grandes; Emma Stone impresiona y convence, se despoja de su fragilidad y encaja como pieza maestra del puzzle…


“Birdman” respira también libertad. Es un salto al vacío en toda regla por parte de su director. Siempre me habían fascinado las dramáticas historias de las películas del mexicano (aunque destacando por encima de todo las de su ópera prima “Amores perros”), pero ahora salta sin red y vuela hasta lo más alto, ofreciéndonos un cambio de registro valiente y necesario. Iñárritu se convierte en un nuevo director tocado por la varita mágica del buen hacer, de aquel que sabe dar pasos de gigante sin miedo, asumiendo riesgos y, al final del camino, consiguiendo convencer, incluso más si cabe, que con sus anteriores historias.

“Birdman” es al mismo tiempo cine de siempre y cine renovador. Te hace disfrutar desde el primer minuto y tensa tu pulso al ritmo potente de la batería machacante que hace de banda sonora. “Birdman” te hace sentir como su protagonista, en su misma piel. Te hace volar con él y caer a lo más profundo.


No podéis pasar por alto una película como ésta porque es cine del que pocas veces se ve, en el que cada palabra cuenta, cada detalle asombra, y en el que cada minuto se deja degustar como si no hubiera nada más en el mundo. ¡Menudo regalo!


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