El concierto que presencié el pasado domingo de Miguel Rivera y Mark Hanson despertó en mí muchas sensaciones que he querido plasmar de la mejor manera en esta crónica publicada previamente en "El Giradiscos". Espero que al leerla os despierte la curiosidad si aún no conocéis a estos músicos y no dudéis ni un momento en dejaros seducir por su forma de hacer de la guitarra un instrumento nuevo:
Enfrentarse a un concierto con la mínima información sobre
el mismo puede convertirse en una grata sorpresa. Y eso es lo que fue el concierto
del pasado domingo de Mark Hanson y Miguel Rivera en la sala “Cai Luzán” de
Zaragoza. Los dos músicos compartían una mini-gira por cinco ciudades españolas
entre el 19 y el 23 de Octubre. Una gira valiente, como se ven pocas por estas
tierras. Ambos músicos, con gran dominio de las técnicas del “fingerpicking” y
el “percussive guitar”, se daban cita en lo que prometía ser una serie de
conciertos íntimos basados en el protagonismo de la guitarra acústica como
único medio para desarrollar su espectáculo. No conocía apenas nada de estos
dos músicos, pero la invitación para asistir a este concierto me llegó de forma
inesperada y no quería dejar pasar la oportunidad. Investigué lo mínimo sobre
sus protagonistas para dejarme sorprender y… así fue. El concierto se convirtió
en un auténtico regalo. Dos profesionales que entienden la guitarra como el
instrumento perfecto para entrar en comunión con el público y para expresar un
amplio espectro de emociones con su ejecución.
Miguel Rivera jugaba en casa y abrió el concierto con un
lote de canciones de su primer trabajo discográfico “The Valley”, que mezcla
canciones propias con interpretaciones de temas emblemáticos del pop pero con
la única ayuda de su acústica, llevándonos a terrenos inimaginables gracias a
la sonoridad que desprende su dominio del “percussive guitar”. Hay momentos en
los que parece que una banda al completo rodee al músico zaragozano, pero es
únicamente él quien llena el escenario. Su técnica es atrevida, podría
calificarse de vanguardista, buscando el riesgo, así como la interpretación más
afilada e incisiva. La tensión se mezcla con la satisfacción del que sabe que
está convenciendo y ganando adeptos con cada acorde que interpreta, dejando
perplejo a todo el que le escucha. Miguel Rivera nos regaló su famosa
reinterpretación del “Beat It” de Michael Jackson que tantas alegrías le ha
dado gracias a convertirse en viral desde su publicación en Youtube (y que le
abrió las puertas para realizar esta gira), así como el clásico de Queen “Another
One Bites the Dust” junto a otros temas propios muy interesantes (a destacar
“Numantia” con la que podemos llegar a sentirnos como sus protagonistas
celtíberos gracias a los paisajes sonoros creados con la guitarra).
Después de 45 minutos mano a mano con Miguel Rivera le llegó
el turno a Mark Hanson, la estrella internacional de la gira, el maestro junto
al aprendiz. Como reconociera previamente el joven músico zaragozano, Mark
Hanson había sido quien le había inspirado y gracias a sus arreglos y
tablaturas había desarrollado su sofisticada técnica con la acústica, por lo
que compartir escenario con él se convertía en un sueño hecho realidad (como
bien mostraron sus lágrimas emocionadas en algún momento de la noche). Y cuando
llegó Mark Hanson también llegó la belleza ejemplificada en su forma de
acariciar la guitarra con un estilo clásico cargado de matices, sutileza y
corrección aplastantes. Mark Hanson se presentó como una estrella pero con una
enorme humildad. Se hizo acompañar de su esposa (también guitarrista y
cantante) en algunos temas, pero cuando más convenció fue al ejecutar de forma casi
mística algunos clásicos del cancionero popular americano junto a otras
versiones de temas más actuales y reconocibles como “Don’t know why” de Norah
Jones o su revisión de “Breakdown” de Tom Petty, éste interpretado mano a mano
junto a Miguel Rivera y para mí el momento más destacado de la noche. Mark
Hanson se convirtió por derecho propio en el mejor ejemplo de la capacidad que
tiene la música para transportarnos a otros lugares por muy lejanos que éstos
puedan llegar a estar.
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