jueves, 11 de junio de 2015

Wilder Mind

RIESGO: es la palabra con la que puede sintetizarse "Wilder Mind". El artista que se arriesga debería merecer siempre nuestra atención. Y eso es lo que han hecho Mumford & Sons en su último trabajo: salir de la zona de confort y asumir riesgos. Sin duda este “Wilder Mind” suena más mainstream que sus anteriores trabajos asentados en el folk, pero precisamente este giro es también algo que debemos destacar, porque Marcus Mumford y sus compañeros de equipo podrían haber optado por el continuismo cómodo que seguro les hubiera reportado excelentes críticas y éxito de ventas o asistencia a conciertos, pero con este giro hacia lo aparentemente más convencional asumen el riesgo de ser libres y esperar nuestra respuesta (no deja de ser curioso eso de ser "libres desde el convencionalismo"). Porque creo que de eso se trata el giro de este disco, de dar rienda suelta a lo que les pedía el cuerpo y dejarse llevar por sonidos aparentemente más radiables, pero no por ello faltos de personalidad. Mumford & Sons han dejado por completo los banjos y los han sustituido por guitarras eléctricas que por momentos suenan muy afiladas. Han desaparecido casi por completo las guitarras acústicas junto con la pandereta y el bombo a los que nos tenía acostumbrados su líder y se han transformado en rasgueos de telecaster; e incluso han cambiado pianos acústicos por teclados y ambientes sintetizados junto a algunas programaciones curiosas. Pero después de escuchar el disco muchas veces he de reconocer que siguen sonando a ellos mismos, tal vez vestidos con un traje nuevo, pero con la misma capacidad para emocionar y transmitiendo la intensidad y entereza que caracterizaban a sus dos primeros álbumes.


Muchas veces los músicos se enfrentan al terrible reto de superar con un segundo disco el éxito que alcanzaron con el primero, pero en el caso de Mumford & Sons este reto viene con el tercer disco, que se convierte en un punto y aparte en su carrera que les puede llevar a cambiar su público o simplemente a ampliarlo. Aunque también podría condenarles a recibir críticas por abandonar el sendero trazado en sus primeros discos o, por el contrario, a reconocer el acierto para aquellos que asumen el cambio.

A pesar de todo lo que se pueda decir de este “Wilder Mind” a mi ya me ha convencido y me ha hecho volver a creer en este grupo por intentar sorprendernos cuando lo fácil hubiera sido mantener una línea continuista. En un primer momento llegó a molestarme que sus nuevas canciones sonasen más a Coldplay que a ellos mismos (y eso que soy fiel seguidor de Coldplay), pero ahora veo que era su manera de rebelarse y a la vez de divertirse. Y lo mejor es que cuando acaba de girar el disco no dudas un momento en saber a quién has escuchado: Sí, son Mumford & Sons con las mismas ganas de emocionar y levantar al personal de sus asientos, pero esta vez lo hacen con sonidos eléctricos en lugar de con ecos folk, pero son ellos y me siguen encantando… y si no, se puede comprobar fácilmente impregnándose en los estremecedores acordes de “Snake Eyes” (la indiscutible gema del disco), en la garra de “The Wolf”, en la intensidad de “Tompkins Square Park”, en el tono épico de "Ditmas", en la intimidad de “Cold Arms” o en el magnetismo de “Hot Gates”.

Darse un paseo por “Wilder Mind” es necesario, pero siempre que no esperemos lo que nosotros queremos, si no abriendo bien los oídos y permitiendo que Mumford & Sons nos lleven por nuevos senderos y nos hagan volver a perdernos y enamorarnos, sin importar demasiado si las cuerdas que vibran son de metal o de nylon.


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