El más reciente álbum de Sidecars parece destinado a ser el disco de su consagración, pero a pesar de su buena acogida, no hay que dejar de apuntar que se queda a medias. No consigue convencer plenamente por abusar de una fórmula muy repetida y tener un sonido demasiado familiar. "Cuestión de Gravedad" contiene grandes canciones, pero deja la sensación de ser un disco al que le falta algo. En esta reseña escrita para "El Giradiscos" trato de analizar al detalle todo esto.
A casi todos los grupos que merecen la pena les llega su momento de
popularidad y reconocimiento y creo ahora es el turno de Sidecars. Llevan dos
años preparando esta consagración tras esa revisión en clave acústica muy
recomendable de sus primeros clásicos que fue “Contra las Cuerdas”. Este es por
lo tanto el momento de dar un golpe sobre la mesa y reafirmarse como una
verdadera banda de rock con muchas cosas que decir. Sidecars tienen popularidad
y un buen puñado de canciones. Además, esta nueva grabación de estudio ha
creado bastante expectación, por lo que “Cuestión de Gravedad” tiene todas las
papeletas para convertirse en su disco de referencia. Contiene todos los tics
básicos del rock, está muy bien producido (de nuevo por Nigel Walker) y el
grupo ha ganado credibilidad en su ejecución a pesar de sonar demasiado
familiar. Con dos Rivieras agotadas y una tercera que no tardará en hacerlo
también, los madrileños tienen ganas de su merecido trozo del pastel, así que
bienvenido sea su momento de gloria.
No obstante, el disco que nos presentan no será el mejor que hagan en su
carrera. “Cuestión de Gravedad” es un álbum de digestión fácil, pero peca de
ser excesivamente homogéneo. No hay nada que nos despiste y se convierte en una
colección de canciones demasiado predecible. El predominio de los medios
tiempos y la voz dulce de Juancho deja una sensación de relativa calma que
puede llegar a hacernos perder el interés en el transcurso de sus trece
canciones. Corremos el riesgo de convertirlas en música de fondo, y eso que
entre ellas tenemos alguna bastante reseñable, pero sin resaltar en exceso en
el conjunto. Si queréis un disco de Sidecars con garra, éste no es el más
indicado. Me parece que debido al buen resultado del formato acústico de
“Contra las Cuerdas” han preferido mantener esa línea y repetir esquemas para
su siguiente álbum. Pero si querían ofrecer un disco cálido, amable y por
momentos estremecedor ya teníamos el citado directo acústico registrado en la
madrileña Sala But el pasado otoño de 2015. “Cuestión de Gravedad” debería
haber dado un salto con respecto al anterior y alejarse algo más del sonido
pop-rock emparentado con su muy querido Leiva (pesan mucho los años
compartiendo habitación y las actuales giras mano a mano). Pero claro, eso no
es tarea fácil. Lo más seguro es no defraudar al público general y rematar la
fórmula que les ha funcionado para hacerse un hueco en el mainstream o la
música radiable, como mejor prefiramos calificar. Sí, esto es rock de hechuras
clásicas, pero se queda lejos de destacar por su fiereza o contundencia, aunque
tampoco le faltan lugares comunes cargados de emotividad que en pequeñas dosis
logran convencernos.
Tal vez la mejor manera de acercarse al disco sea en diversas tandas, ya
que su ingestión completa puede hacernos perder el interés, pero si atacamos
“Locos de atar”, “Costa da Morte”, “Tan rápido” o “El camino fácil” de forma
individual, Juancho, Ruly y Gerbass nos dan una lección de lo que es un single
de libro. Con estructuras muy bien definidas, bases asentadas en el poder de
las acústicas y los colchones de teclados, puentes que dejan rugir a sus
guitarras, estribillos pegadizos y una voz cálida y en momentos susurrante que
parece hablar directamente con el oyente.
Definitivamente “Tu mejor pesadilla” no ha sido el mejor single elegido
para presentar esta colección. Recuerda demasiado a ese músico argentino del
que todos hablaron hace unos quince años llamado Coti. En “Cuestión de
Gravedad” hay temas más exigentes y con muchos más detalles. Estoy hablando por
ejemplo de “Locos de atar”, que abre el disco mostrando todas las cartas que
después oiremos en el resto de canciones. “Amasijo de huesos” nos recuerda a
Pereza por los cuatro costados, pero su riff de piano eléctrico le da un toque
distintivo al mismo. “Costa da Morte” funciona como un perfecto medio tiempo
sentido y en canciones como “Tan rápido” descubrimos que el pop bien hecho es
adictivo. “Cuando caigas en shock” tiene ese pedal steel que parece obligado en
todos los discos de rock que se precien en el momento, aunque aquí no imprime
tanta personalidad al tema como ocurre por ejemplo en otras experiencias como
las de sus primos lejanos M Clan o Quique González. “Polvorosa” es clara y
contundente, de las más potentes del disco, y cumple con su cometido de sobra
en otra canción de desamor marca de la casa. En “Canciones prohibidas” o “El
camino fácil” se copian a sí mismos y, a pesar de eso, esta última les queda de
las más logradas del conjunto. Y antes de acabar nos remiten a los Beatles con
ese guiño a “You’ve got to hide your love away” en “Conmigo o sin mí” para
ganarse hasta al más escéptico antes de que todo termine. Cierto es que la mano
de Nigel Walker quizá se deje sentir demasiado en estas canciones. Todos
conocemos que su forma de facturar discos es muy correcta y efectiva, pero
imprime en ellos una sonoridad muy similar que en este caso no permite despegar
a las intenciones primigenias del grupo.
Deseo toda la suerte del mundo para este trío que me gusta de veras, pero
estoy seguro que su gran disco aún está por llegar, aunque quizá llegue en un
momento no tan favorable como el que están gozando ahora. Espero que entonces
se sepa reconocer, porque a Sidecars les queda mucho camino por delante.
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