El nuevo disco de Iván Ferreiro es una invitación sincera a entrar en su mundo interior y hacer de su "casa" la nuestra. Una vez más el músico gallego ha vuelto a sorprendernos con su peculiar estilo y sus conmovedoras letras y consigue con su última y más acertada colección de canciones convencer y emocionar a partes iguales, tal y como argumento en esta reseña que hice para "El Giradiscos".
Iván Ferreiro nos abre las puertas de su casa de par en par.
No deja sitio para las medias tintas, va al grano y nos deja con la sensación
de estar mano a mano con el protagonista de estas historias. Nos presenta una
colección de canciones vitalista desde la derrota y a la vez muy esperanzadora.
Él mismo contaba que este disco partía de situaciones personales difíciles pero
afrontadas desde un punto de vista optimista y eso es precisamente lo que
consigue: dibujar una sonrisa en el oyente a pesar de mostrarnos una temática
por momentos dolorosa y cruda. Eso sí, el disco es de los más coloridos de toda
su trayectoria estilísticamente hablando. Hay canciones que recuerdan a su
etapa en Piratas por sus ambientes más densos y otras que respiran ligereza y
una aparente inocencia en sus formas. Pero ante todo destacan los temas de
profunda temática acompañados de un tratamiento musical contundente e incisivo.
En “Casa” podemos diferenciar dos grupos de canciones: las que pegan con fuerza
y se desarrollan sin prisa pero de forma aplastante y aquellas más ligeras y
algo más alejadas de ese tratamiento conceptual de sonido que apreciamos en las
primeras. Tal vez en ese primer grupo de canciones, que son el sustento del
álbum, encontramos las de letras más personales y en el segundo grupo se
desarrolla una mayor variedad estilística que permite también más eclecticismo
en el contenido. Mi clasificación en estos grupos vendría a situar a “Casa,
ahora vivo aquí”, “Los restos de amor”, “El pensamiento circular”, “El viaje a
Dondenosabidusientan” y “Tupolev” en el primer grupo y a “Farsante”, “Dioses de
la Distorsión”, “La otra mitad”, “Laniakea”, “Dies Irae”, “Todas esas cosas
buenas” y “Río Alquitrán” en el segundo.
“Casa, ahora vivo aquí” nos invita a entrar en su vida y a
formar parte de esta experiencia como algo nuestro. Un tema que invita a
“entrar” y a comenzar el camino de la mano de Iván Ferreiro y sus fieles
escuderos, desde su hermano Amaro hasta Pablo Novoa, pasando por Emilio Sáiz o
el omnipresente Ricky Falkner, de nuevo en los mandos de la producción. De
hecho, con la llegada de Ricky Falkner a los controles y el final de su etapa
con Suso Sáiz al publicar “Val Miñor-Madrid”, el sonido de Iván Ferreiro se ha
depurado y cristalizado para acercarse al oyente más directamente, dejando
atrás excesos sonoros (que eran muy interesantes, por supuesto) y dando paso a
un sonido más colorido y vital.
Las revoluciones bajan casi al máximo con “Farsante”, una
letra dura pero acompañada de un sonido casi virgen, que necesita lo mínimo
para incidir profundamente. El sampleado acústico con el que abre “Dioses de la
Distorsión” recuerda a maneras utilizadas anteriormente con Piratas, pero
desemboca en una canción muy clara en su discurso, y es que Iván Ferreiro se
abre cada vez más y lo hace con las palabras adecuadas, desprovistas de
artificios, yendo al grano. “La otra mitad” me parece una suerte de experimento
pop que bien podría haber firmado el gallego junto a los zaragozanos Tachenko.
Es un tema fresco, casi podría decirse que incluso dulce. Puede parecer atípico
para Ferreiro, pero le sienta como anillo al dedo. “Laniakea” se disfraza de
ruidismo y nos regala una guitarra desgarrada para cerrar que aporta el momento
más interesante del tema y nos conduce a una canción algo fuera de lugar en el
conjunto como es “Dies Irae”, que formaba parte de la banda sonora de la
trilogía del escritor vallisoletano César Pérez Gellida “Versos, canciones y
trocitos de carne”, y que Ferreiro ha querido incluir aquí en una versión
diferente de la que conocíamos hasta ahora.
Llegamos así a la segunda parte del disco, donde empieza
verdaderamente lo más interesante. El arranque con “Los restos del Amor” es
estratosférico, con ese riff sampleado de Egon Soda que vertebra toda la
canción y la dota de un ritmo que seduce y arrastra. Le sigue “Todas esas cosas
buenas” a modo de guiño pseudo optimista-juguetón. Una canción aparentemente
sencilla pero que se atreve a llamar a las cosas por su nombre dejándonos mecer
por la búsqueda del optimismo. La gema indiscutible del disco es el tema que
también ha sido elegido como primer single. “El pensamiento circular” resume a
la perfección el espíritu de todas estas canciones tanto en lo temático como en
lo estilístico. Funciona como un mantra que va de menos a más y te atrapa, te
envuelve y te invita a volver a ella una y otra vez, buscando nuevos mensajes,
recovecos inexplorados y valientes lecturas. “El viaje a Dondenosabidusientan”,
de título impronunciable, es también potente, desgarrada en su mensaje e
incisiva en su instrumentación, marcada por sonidos más electrónicos y por
momentos también emparentados con Piratas. “Tupolev” encara la recta final con
rabia, mostrando el poder de las canciones como terapia, para desembocar en
“Río Alquitrán”, una canción que desde la serenidad consigue transmitir la decepción
unida al comienzo de algo nuevo, porque todos los finales pueden convertirse en
principios. Una sabia lectura de las segundas oportunidades.
En esta segunda parte del disco el listón no ha bajado ni un
momento (tal vez desentone un poco “Todas esas cosas buenas”, aunque este tipo
de canciones le sientan muy bien a Ferreiro) y confirma así una colección de
canciones inspiradísima, con un Iván Ferreiro entregado, desnudo en intenciones
y a la vez perfectamente vestido de sonoridades envolventes, que atrapan y que
te hacen volver a ellas sin remisión.
Iván Ferreiro está demostrando dar pasos de gigante con cada
disco publicado, ofreciendo siempre algo más, que consigue seducir a la vez que
desafiar al oyente. Ya lo hizo con “Mentiroso Mentiroso”, superando el riesgo
de su debut en solitario, volvió a hacerlo con la luminosidad de “Val
Miñor-Madrid” tras la oscuridad de “Picnic Extraterrestre”, y ahora vuelve a demostrarlo
con este “Casa”, que recoge lo mejor de toda su trayectoria a nivel de estilos
y los eleva a un estadio superior. Siempre con su característica voz marca de
la casa, que podrá gustar más o menos, pero que tiene un punto único
inimitable.
Seguro que nos llegarán grandes discos del gallego en años
venideros que disfrutaremos tanto o más que éste, pero yo por ahora abro las
puertas de esta “Casa” y me sumerjo dentro de ella enamorándome de cada
canción, de cada sutil detalle, de cada mensaje lanzado a bocajarro. Me vuelvo
a enamorar de Iván Ferreiro.
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