Todos estos últimos meses están siendo para mi un ir y venir
entre libros y apuntes de geografía e historia. Es lo que tiene prepararse unas
oposiciones mientras intentas que tu día a día tenga un tono de cierta
normalidad. Por eso, durante todo este tiempo no puedo dejar de sentirme
atraído por la magia de una buena canción que me permita evadirme de mi rutina
o una gran película que consiga hacerme soñar.
Por supuesto que a este blog no le estoy dedicando demasiada
atención. Intento estar al día en lo que ocurre a mi alrededor, pero apenas
saco tiempo para sentarme frente a una página en blanco, aunque lo eche de
menos.
De todas formas, y a pesar de esta inactividad en internet,
no he podido resistirme a narrar brevemente lo que el pasado viernes recorrió
mi cuerpo al volver a escuchar en directo a una de las bandas más honestas de
nuestro país.
Elefantes iniciaron la gira de presentación de su nuevo
disco “El Rinoceronte” en Zaragoza, en la mítica Sala Oasis. Y fue un regalo
poder volver a ver a este grupo tras 8 años de parón sin que se notara
absolutamente nada su ausencia. Parecía que fuera ayer cuando dieron su último
concierto. El grupo estaba perfectamente unido, sonaba engrasado y sus clásicos
tenían el impacto se siempre: frescos, potentes, emocionantes y con mucho
gancho. Shuarma no pierde su carisma y gana muchos más enteros que cuando le hemos visto presentando sus discos en solitario. Y es que la banda al completo
es la que posee la magia. A pesar de que Shuarma sea el compositor principal
también en Elefantes, sus temas suenan muy diferentes con sus compañeros de
viaje y se hacen mucho más creíbles. La guitarra de Hugo Toscano se me antojó
precisa y más que potente, sonando clara, pero en momentos también ruda y
pesada. Y la sección rítmica de Jordi Ramiro y Julio Cascán se escuchó sin
fisuras, imparable.
El concierto fue memorable. Repasaron los mejores temas de
su nuevo disco, que a mi parecer sabe renovar su sonido pero sin perder su
estilo personal (atentos a canciones como “Momentos”, “Aún más alto”, “10.000
formas”, “No me busques” o las ya conocidas “Equilibrios” y “Escuchar al
viento”), y nos regalaron alguna sorpresa que puso la emoción a flor de piel,
como cuando interpretaron “Cada parte de ti”, “Por verte pasar”, “Cuéntame” o
cerraron con la delicada “Me gustaría poder hacerte feliz” (sin lugar a dudas
uno de sus mejores temas). Pero claro, como no emocionarse cuando Elefantes
interpretaron sus clásicos que nos han acompañado siempre y que los hacen tan
grandes como “Azul”, “Me he vuelto a equivocar”, “Que yo no lo sabía”, “Somos
nubes blancas” o “Piedad”. Es en esos momentos cuando comprendes que Elefantes
ha sido, es y será un grupo de referencia en nuestro día a día, que como se
dice algunas veces, forma parte indispensable de la banda sonora de nuestra
vida.
La emoción fue incontenible, el pulso se aceleró y Elefantes
se volvió a comer el mundo, ganándose uno a uno a todos los presentes en la
Oasis. No hay mejor regalo para esta primavera que volar y sentir la
vitalidad de este grupo que está de vuelta con sus grandes canciones.
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