Este mes de abril tan primaveral se me ha pasado en un
suspiro, pero por supuesto nos ha dejado momentos intensos y de gran disfrute
para los sentidos.
Uno de esos momentos verdaderamente placenteros fue el
concierto del pasado 17 de abril al que pude asistir en la Casa del Loco. Todos
los presentes vivimos una intensa noche de rock a cargo del siempre interesante
Rubén Pozo y de Nasville, una banda zaragozana que no conocía, pero con la que
disfruté de su sonido contundente y con aroma a clásico como se deja ver en la
desgarrada interpretación de su vocalista, la intensidad de su sección de
vientos y la sensación épica de algunos de sus estribillos (destacar unos temas
más que inspirados como “Quiero” o “Jamás”). Nasville fue todo un
descubrimiento y estoy seguro que con su actitud podrán irse ganando un hueco
más que merecido en nuestro panorama musical local (quién sabe si también más
allá…).
Lo de Rubén Pozo se puede decir que es puro rock & roll. No solo en
sus formas (que cada vez me recuerdan más al carismático Ariel Rot), sino
también en su sonido heredero del descaro de Keith Richards. Rubén Pozo es un
artista que tiene que desprenderse del lastre de “Pereza”, pues él solo tiene
mucho peso en sus composiciones y mucha personalidad marcada por su voz, más
frágil que la de muchos compañeros de generación, pero única. Además la actitud
de Rubén Pozo convence porque no huele a pose, es real y engancha. Temas como
“Esta es mi canción”, “Tonto de tanto (r’n’r)”, “Margot” u “Ozono” (con un
increíble solo final que nos trasportó a otro lugar) sonaron en su concierto de
presentación de “En Marcha”, un segundo disco quizá con una producción más
notable que aquel “Lo que más” con el que debutó en solitario hace tres años, pero
algo más lejos que éste en calidez y originalidad, pero no por ello menos
recomendable.
Este concierto subió la intensidad del mes de abril,
aunque también lo ha hecho el disfrutar de alguna joyita discográfica que se ha
asomado por mi ventana. Hablo de “Chasing Yesterday”, segundo disco en
solitario de Noel Gallagher tras la separación de Oasis. Tal vez menos
inspirado que su predecesor, pero con grandes clásicos en su interior. Y es que
Noel Gallagher es uno de los compositores de rock británico más reconocibles y a
la vez más interesantes de la música anglosajona.
También “Hijos del Pueblo” ha llegado a mis manos y
sorprende por su sonido atemporal. Es un directo que podremos seguir
disfrutando perfectamente dentro de 15 años sin que haya perdido un gramo de
vitalidad ni se haya visto perjudicado su sonido. La selección que recoge este
disco con los bises de la gira conjunta que Calamaro y Bunbury dieran por
tierras mexicanas entre octubre y noviembre de 2014 se queda corta, pero es un
auténtico regalo para nuestros oídos: Interpretaciones de altura, sentimiento a
flor de piel y, como ya he dicho, atemporalidad tanto en la selección de temas
como en su sonido (tan pronto suena un rock contundente como un corrido
mexicano, un bolero o un tango). Increíbles las tomas de “Maldito duende” o “Crimen” y tremendos
los nuevos clásicos redefinidos como ocurre con “Sin documentos” o “Estadio
Azteca”. ¡¡Qué ganas tenía de tener este disco en mis manos!!
¿Y qué me decís de lo que está por llegar? Deseando estoy de
escuchar si el nuevo disco de Mumford & Sons sigue logrando conmoverme con
cada canción o si ese cambio de rumbo que recuerda más a Coldplay que a su folk
característico se queda en un intento fallido de sonar más mainstream. Y no
digo que los temas que han lanzado hasta ahora no sean buenos, que lo son, pero
no suenan a ellos, y eso me hace dudar…
¿Se puede pedir algo más a este mes de abril? Pues hombre,
por mi parte no he olvidado a Sabina y sus “500 Noches para una Crisis”, a
Wilco y su equilibrado recopilatorio “What’s your 20?”, a los juegos neo-pop de
Madonna y su “Rebel Heart”, a Mikel Erentxun y su aventura vital que es
“Corazones” o a los clásicos Depeche Mode con “Live in Berlin” de su última
gira presentando “Delta Machine” (uno de sus directos más acertados, sin lugar
a dudas).
Y si a esto le hubiera sumado la gira “Carta Blanca” de Quique González (con entradas agotadas en un suspiro para sus dos noches zaragozanas), el último montaje-tributo de Pink Tones o la presentación de “Babilonia” de Revolver (tres citas que por diversos motivos me he dejado en el tintero) el mes de abril hubiera terminado siendo casi perfecto.
Y es que no puede pasar ni un día sin música.