Hoy quería mostrar mi descontento por la pobre impresión que
me ha provocado el último disco de Sting “The Last Ship”. Este lanzamiento se
anunció como el primer disco de Sting con material totalmente nuevo de los
últimos diez años y parecía que podía cumplir con los deseos de cualquier fiel
seguidor del músico británico, pero no ha sido así. Se nos presentó como la
colección de canciones que Sting había compuesto para un musical sobre la
crisis industrial asociada al cierre de los astilleros tradicionales de
Wallsend y que estaba inspirada en las propias vivencias del músico y su
familia, saliendo a relucir la idea del autodescubrimiento. De hecho parece que el musical se estrenará el año que viene en Broadway, pero
espero que mejore lo que se nos presenta en el disco a nivel musical.
Lo que deberían haber hecho para promocionar el disco es no
engañar a los seguidores. Este no es un disco de Sting al uso (ese músico que
hace bastante tiempo se perdió entre música barroca y experimentos
sinfónicos). “The Last Ship” es un disco sin gancho, para nada es un disco de
pop-rock como los que acostumbraba a ofrecernos en las décadas de los ’80 y
’90. Es un experimento “fallido” de hacer un homenaje a sus raíces pero que no
transmite y se queda vacío.
Soy un seguidor de Sting desde siempre (aún recuerdo que
“...Nothing like the sun” fue uno de los primeros discos que me grabé en casette),
pero creo que en los últimos años hemos perdido al gran creador de canciones, a
aquel que dejó un cancionero soberbio con The Police y que supo madurar con el
pop de los ’80 y ’90 en su carrera como solista. En los últimos años Sting ha
intentado acercarse a otros estilos que ni domina ni los hace creíbles y se ha
estrellado.
Esperaba que algún día regresase el Sting de “Ten Summoner’s
Tales” o de “Brand New Day” (su último
gran disco de estudio a tener en cuenta), pero creo que eso ya no va a poder
ser. Cierto que en los últimos años ha dejado claro que quería explorar otros
sonidos muy distantes del pop como hiciera con su disco de música barroca
grabado en 2006 “Songs from the Labyrinth”, con los sonidos navideños y folkies
de “If on a winter’s night” o con la revisión de sus clásicos acompañado de una
orquesta sinfónica en “Symphonicities” (tal vez lo mejor de este periodo sea la
grabación del disco en directo “Live in Berlin” de 2010). Pero creo que no hace falta que
siga demostrando su eclecticismo con este nuevo cambio de estilo (aunque a
veces quiera recordarnos a la épica de “The Soul Cages”) porque lo que debería
hacer es lo que mejor sabe hacer: grandes canciones de pop-rock, discos
cargados de emoción y de potencia, canciones con gusto clásico pero fácilmente
digeribles para todos los públicos. Y no estoy hablando de reivindicar al Sting
de los tiempos de “The Police” (de hecho todos pudimos ver que la vuelta a los
escenarios del trío en 2007 no les sentó demasiado bien a nivel personal). Estoy
pidiendo que Sting vuelva a hacer grandes discos clásicos como ha demostrado
saber hacer sin sus compañeros Andy Summers y Stewart Copeland. Discos frescos
como “The dream of the Blue Turtles”, maduros como “...Nothing like the sun”,
reflexivos como “The Soul Cages”, vitales como “Ten Summoner’s Tales”,
delicados como “Mercury Falling”, vanguardistas como “Brand New Day” o bellos
como “All this time”. Sting empezó a perderse con el difícil “Sacred Love” y no
ha sabido volver al camino que un día supo trazar sin apenas aristas. No digo
que no tengan mérito los discos que ha lanzado desde entonces, pero no
convencen. Aunque él intente defenderlos, les falta alma y se quedan en una
pose demasiado forzada.
No nos engañemos, no se puede encontrar el éxito eternamente y algunos artistas no pueden hacer otra cosa a estas alturas que sonar aburridos.
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