La semana pasada Iván Ferreiro volvía a pisar su casa en Zaragoza en su
muy querida sala Oasis. Venía en su mejor momento, con un disco sobresaliente y
una banda increíble, aunque si algo falló en la noche del 25 de mayo fue quizá
el sonido de la sala, que en algunos momentos no estuvo a la altura de lo que allí
se vivía. Eso sí, como los seguidores de Ferreiro son de los que pueden
llamarse “fieles” de verdad no faltó ni un solo verso por corear a pesar de que
no pudieran escucharse todos a la perfección. Sin embargo el repertorio de la
noche estuvo acertadísimo, Iván se mostró claramente emocionado y la banda
entregada dentro de su corrección sobre las tablas. Hay que decir que estos
músicos no suelen interactuar mucho con el público, ya que es una tarea casi exclusiva
de Iván, pero además, la posición de los seis formando un semicírculo alrededor
del teclado Korg de nuestro protagonista hizo que destacaran menos si cabe y
centrásemos prácticamente toda la atención en el autor de “Promesas que no
valen nada”.
Iván Ferreiro venía a presentarnos su último y magnífico disco “Casa”,
aunque hubo que esperar a que sonasen antes “Me toca tirar” y “El Bosón de
Higgs” para escuchar la canción que abre este disco y que lleva su mismo
título. Le siguieron “Inerte”, uno de los pequeños clásicos de su banda madre
que desató la euforia del respetable, además de “Toda la Verdad” y “Canciones
para el tiempo y la distancia”, dejando claro que el inicio de este concierto
se estaba armando con cierto protagonismo en los temas que dan comienzo a
algunos de sus mejores discos. El ambiente iba caldeándose con las coloristas
“Pájaro Azul” y “El viaje de Chihiro”, otra de sus imprescindibles desde que
iniciara su carrera en solitario. Y tras una primera media hora algo alejado de
su última criatura le concedió el protagonismo merecido con “Tupolev”, “Todas
esas cosas buenas”, que se vistió de largo ganando muchos enteros en su
interpretación gracias a la maestría en las seis cuerdas de Emilio Sáiz, y “La
otra mitad”. Las tres dejaban al descubierto el potencial de la última obra del
gallego, un disco que gana con cada escucha y que en directo crece, quizá
también debido a que la gira ya lleva bastante terreno recorrido desde el
pasado mes de noviembre.
“El equilibrio es imposible” no dejó en silencio a nadie. Otro tema
atemporal, desgarrado y emocionante. Una vez más inconmensurable. Y de ahí a
una canción menor de Piratas como es “Santadrenalina”, que ha tomado una
segunda vida mucho más convincente en estos últimos diez años, no sin antes
detenernos en la incisiva “Dies Irae” extraída de aquel experimento con César Pérez
Gellida para musicar la novela de este último. Con “Dies Irae” Emilio Sáiz
volvió a brillar mostrando un dominio de su guitarra que abruma. No paró de jugar
con sonidos y de sacar brillo a sus cuerdas, unas veces cristalinas y otras
como “abiertas en canal”. Desde luego que Amaro Ferreiro es la mano derecha de
su hermano, pero el apoyo de Emilio con las florituras de su guitarra es algo
de lo que no puede prescindir Iván si quiere avanzar hacia terrenos
inexplorados que le sientan como anillo al dedo. “Extrema Pobreza” y la
experimental “El viaje a Dondenosabidusientan” presagiaban una primera
despedida que no pudo llegar más alto con la vibrante “NYC” y uno de los temas
más intensos de toda su carrera, su tremendo “Pensamiento Circular”. Con esta
canción dejaban a todos los presentes flotando y esperando que volvieran a
deleitarnos los siete artistas sobre el escenario, desde Toni Toledo (un
antiguo compañero que sustituía para la ocasión a Xavi Molero en la batería)
hasta el inquebrantable Pablo Novoa o el genio más solicitado por el indie
patrio en los últimos tiempos, el imprescindible Ricky Falkner.
La vuelta se produjo con “Farsante”, esa canción que Iván firmó a medias
con Leiva y que me gusta cada vez más quizá por su crudeza vestida con traje de
inocencia, pero que duele más que ningún otro tema de los interpretados. “Años
80” dejó a la sala extasiada (¡Cuánto nos gustaban los Piratas!) para recibir a otro que funciona más como un “trance” y que a pesar de su
acierto habrá que ver si pasa la criba con los años. Me refiero a “Los restos
del Amor”. Mayúsculo, qué duda cabe, pero ensombrecido si lo que viene después
es el pop vital de “Cómo conocí a vuestra madre” con todo el público gritando
eso de “me han vuelto las ganas de comerme el mundo”. ¿Hay otro grito de guerra
mejor para un concierto de rock? Paradójico en todo caso.
Tan solo quedaban tres balas en la recámara. Una poco esperada como es la
delicada joya “SPNB” y las otras dos sin salirse del guión pero no por ello
mal acogidas. Y es que cuando estamos ante obras como el maravilloso canto a la
vida de “El Dormilón” o ese fantástico “Turnedo” que nunca nos cansaremos de
escuchar (un tema que ya se puede considerar tan necesario o más que
cualquiera de Piratas) no se puede terminar más alto.
Iván Ferreiro volvió a abrirnos las puertas de su casa y nos encandiló
con su hospitalidad, pero es que él también “jugaba en casa”, pues como dijo
podría quedarse a vivir en la Oasis y que todo su público viniera por aquí a
verle en lugar de recorrer él media España de jueves a jueves. En todo caso,
considerar esta opción no debería ser baladí. Aquí desde luego le acogeríamos
encantados. Sea esto algo factible o más bien un recurso lírico para ganarse al
respetable, espero que haya muchas más “Oasis” en la carrera de este músico único
e infatigable. Quedan muy pocos tan auténticos como él.
muy buena como siempre tu revision del concierto (de Ivan, en este caso; una lastima no haber podido asistir y vivirlo en directo : me maravilla sobre todo, la reproducción fidedigna del track-list (como siempre, por otra parte).
ResponderEliminarun abrazo