Hace dos semanas el Teatro Principal de Zaragoza acogía uno de los conciertos que hará historia en mi ciudad. Rufus Wainwright se presentaba acompañado únicamente de su piano y su guitarra para interpretar algunos de sus éxitos incontestables y para demostrar que existen pocos artistas de su calibre capaces de emocionar y mover el mundo con su voz y sus melodías. Os dejo aquí la crónica de este concierto único todavía resonando en mi interior que fue publicada días atrás en "El Giradiscos".
Excelso. Es el mejor adjetivo que puedo usar para describir
el paso de Rufus Wainwright por el Teatro Principal de Zaragoza el pasado
martes. Un artista al que le basta y le sobra para dejar atónito al personal
únicamente con su voz. Una voz que funciona como instrumento catalizador de
emociones y vehículo de expresión de un artista que debería figurar entre lo
más inspirado y revelador de la historia musical reciente.
Siempre me había parecido un músico al que prestar atención
y había seguido su carrera con cierta regularidad, aunque reconozco que sus
últimas experiencias operísticas no consiguieron captar mi atención. Por eso
temía que su paso por Zaragoza en solitario, a punto de presentar su ópera
“Prima Donna” en París el próximo sábado 10 de junio, y con la única compañía
de un piano de cola y una guitarra acústica, pudiera dejarme indiferente. Sin
embargo, en cuanto sonaron los primeros acordes de “Grey Gardens” y escuché como
su voz cristalina inundaba todo el teatro, supe que ésta iba a ser una de las
noches que se recordarán por mucho tiempo en mi ciudad. Me embelesó y me dejó
sin aliento en la segunda canción, que afrontó con el piano a una sola mano. Se
trataba de “Vibrate”, uno de sus temas más emotivos, aunque eso no iba a ser
todo. Desde ahí hacia el cielo, y eso que cuando cogía la acústica se
evidenciaba cierta incomodidad con este instrumento que no domina como el piano
y podía desmerecer algo el conjunto. Con las seis cuerdas interpretó “Out of
the Game”, de su último disco pop, así como “Jericho” o “Gay Messiah”, con la
que recordó a modo de anécdota que él también tiene un sobrenombre en el mundo
de la lírica que le fue impuesto a su paso por San Remo: “¡Rufus, lo Scandaloso!”.
No sólo esta anécdota fue compartida en la velada, ya que el músico newyorkino
se mostró abierto con el público zaragozano y habló de otras experiencias
diversas con cierto humor, incluso cuando presentó un nuevo tema titulado “The
Sword of Damocles” inspirado en la situación política mundial y especialmente
en la vivida en EE.UU. tras los resultados de sus últimas elecciones.
“The Art Teacher” fue otro momento álgido, como lo es la
propia canción, y nos condujo hasta uno de los temas más impactantes de la
noche. Casi diez minutos intensos con la interpretación de “I´m going in”, una
versión de la desaparecida Lasha de Sela que nos puso a todos la piel de
gallina. Tras este momento de emoción contenida había que relajar un poco los
ánimos y Wainwright volvió a calzarse la acústica para afrontar la más alegre
“Greek song”, seguida de la pausada “Not ready to love” y la dulce y saltarina
“Beauty Mark”.
"Sanssouci", “Dinner at Eight”, “Candless”, interpretada a capella, y la
popular “Cigarettes and Chocolate Milk” ponían el cierre antes de dar paso a
unos bises que harían las delicias de todos los presentes con la intención de
no borrar nunca de su memoria la noche que Rufus Wainwright hizo estremecer al
teatro más emblemático de Zaragoza. Los citados bises fueron un exquisito
regalo sin dejar de lado la solemnidad presente durante las casi dos horas que
duró el concierto. “Going to a town” se presentó despojada de todo artificio
para acercarla más a la desnudez melancólica predominante, aunque sin llegar a
perder sus formas pop. A ésta le siguió una efectiva versión del “Hallelujah” de
Cohen y la maravillosa “Poses”, que dejó al público con ganas de más y obligó a
salir de nuevo al protagonista de la noche para compartir con todos la popular “Complainte
de la Butte”.
Será difícil superar el nivel de una propuesta como la de
Rufus Wainwright en mucho tiempo. Un concierto como éste es de los que se viven
muy pocas veces y estoy seguro de que todos los que llenábamos el teatro somos
conscientes de lo privilegiados que fuimos al ser partícipes de esta obra de
arte viva.
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