No hablo por hablar al afirmar que “Perdida” e
“Interstellar” son dos nuevos clásicos del cine actual. Éstas han sido mis dos
últimas apuestas en el cine y creo que se convertirán en imprescindibles para
todos los que disfrutamos del espectáculo que nos ofrece el séptimo arte.
¿Cómo no sucumbir ante el atractivo de estas dos
interesantes e imprevisibles películas? David Fincher vuelve a dar en el clavo
y a dejarnos sin habla en la trama de su magistral “Perdida”. Nos devuelve al
mejor Fincher desde que, en mi humilde opinión, se equivocase al hacer un
remake innecesario de la soberbia primera parte de la cinta sueca “Millennium”. Ese David Fincher que sabe cuestionar al espectador y al que descoloca en cada
situación para hacerle disfrutar con cada plano. Ese David Fincher que sabe
medir el pulso de sus espectadores para cautivarles, sugerirles, preguntarles y
horrorizarles a partes iguales. Fincher vuelve a convertir en mágicas las
actuaciones de sus protagonistas (un Ben Affleck cada vez más acertado y una
soberbia Rosamund Pike) y nos hace preguntas dejando la película abierta al
espectador, convirtiéndola en una rara avis de esas que se disfrutan tanto o
más en sus conversaciones posteriores como en su visionado. Además colocaría a
“Perdida” entre sus grandes obras como antes lo hiciera con “Seven”, “El Club
de la Lucha” o “Zodiac”, aunque con un look que emparentaría más con sus
últimas creaciones “La Red Social” o “Los Hombres que no Amaban a las Mujeres”.
¿Por qué no decir aquí que David Fincher es para mí un
auténtico maestro, un creador de obras de arte, el mejor director de cine en
activo? Al menos encuentro muy pocos competidores a su altura en el cine actual
y sus películas son de obligado visionado no solo por sus historias sino por su
buen hacer en la realización y su estilo inconfundible, puede decirse que único.
Algo parecido sucede con Christopher Nolan, aunque éste destaca principalmente
en el género de la ciencia ficción. Concretamente es de él la otra película que
aquí nos ocupa.
En mi opinión “Interstellar” es un film que te engancha y te
arrastra hasta el final, pero que su grandilocuencia puede hacerle daño.
Christopher Nolan se caracteriza por hacer un cine que no siempre resulta fácil
de digerir para el espectador y en este caso le sumerge en un maremagnum de
teorías cuánticas y de estudios sobre el espacio-tiempo y su relación con la
gravedad que pueden despistar. Pero la película funciona por su belleza fílmica,
por mostrarnos unas imágenes nada convencionales del espacio y por saber llevar la ciencia ficción a un terreno mucho más humano (como ya hiciera al renovar el cine fantástico con la
trilogía de “El Caballero Oscuro”). Christopher Nolan se convierte ahora en un
mago que juega con el espectador (¿no os recuerda esto a otra de sus joyas: “El
Truco Final”?), pero que sobretodo te hace experimentar un viaje espacial
único, plenamente sensorial, un viaje espacial real, contado con un ritmo muy
bien medido que permite introducirte de lleno en las experiencias vividas por
su protagonista (¿cómo ha podido cambiar tanto la forma interpretativa de
Matthew McConaughey en estos últimos años?) y que, como ya he comentado antes en
el caso de “Perdida”, te hace preguntas y deja la película viva para poder
ser disfrutada una y otra vez en nuestra mente tras ser reposada.
Creo que habrá muchos que comenten que “Interstellar” es una
especie de revisión del clásico de Kubrick “2001: una Odisea del espacio”,
aunque dando una perspectiva distinta. Y es cierto que tiene momentos que nos
pueden recordar, incluso en la forma de dirigir, pero “Interstellar” se
convierte en un nuevo clásico por méritos propios, porque actualiza la ciencia
ficción, porque la hace más humana y palpable, y porque definitivamente es una
cinta plenamente entretenida, con giros inesperados y grandes interpretaciones
que hacen que sus casi tres horas pasen como un suspiro (¿será porque su
director juega con el tiempo del espectador como lo hace también en su película?).
En definitiva, “Perdida” e “Interstellar” son dos películas
inmensas, muy necesarias. Que recuerdan al cine atemporal, aquel que se degusta
lentamente. Y es que, como ya he comentado al hablar de “Interstellar”, ambas películas
pueden llegar a recordar al gran Stanley Kubrick por la forma en la que están
dirigidas: queda patente la minuciosidad de estos dos grandes directores, la
belleza de sus planos por sí mismos o su ritmo perfectamente medido.
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