Esta semana que dejamos atrás ha sido, sin ninguna duda, la
semana de U2. A todos nos pilló por sorpresa el lanzamiento del nuevo disco de
los irlandeses a través de itunes el pasado martes día 9 en la presentación de
los nuevos productos de apple desde Cupertino y a partir de entonces no se ha
hablado de otra cosa.
El que iba a ser “Songs of Ascent” se convirtió en “Songs of
Innocence” y la sorpresa fue inmensa porque a estas alturas del año ya casi
nadie se creía que el nuevo disco del cuarteto se llegase a publicar. Es cierto
que hay demasiada rumorología en torno al grupo en los últimos años, que
confunden una y otra vez a sus seguidores con sus nuevos lanzamientos (no es la
primera vez que se anuncia disco inminente de la banda y después se retrasa
varios años) y que están en el ojo del huracán de críticos musicales. Pero lo
cierto es que con este disco U2 ha conseguido sorprender (al menos con su
lanzamiento) a todo el mundo. Ya se sabe que habrá muchos detractores de este
“Songs of Innocence” (como ya los hubiera con sus últimos trabajos de estudio)
y también nos cansaremos de oír que con este disco U2 vuelve a su infancia, que
son más auténticos que nunca, que regresan al sonido de sus orígenes… Algunas
de estas afirmaciones servirán para encumbrar o denostar a Bono y su banda una
vez más, pero lo que quedará al fin y al cabo serán sus canciones. Y en este
disco hay muchas reseñables.
Desde que U2 se adentraran en los años ’90 ha habido muchos
críticos que se empeñan en asegurar que el grupo ha perdido el norte y ya no
sabe hacer discos como “los de antes”, pero bien es cierto que, a pesar de las
críticas, el nivel del cuarteto sigue siendo muy notable y sus últimos discos
(desde el inmenso “Zooropa”) están plagados de temas más que destacables, de
himnos más o menos acertados y de riesgos muy interesantes. El problema que
tenemos sigue siendo la envidia. Se arremete contra un grupo por su éxito de
masas, por ser los más rentables encima de un escenario o por servir de reclamo
para grandes lanzamientos como los actuales de apple, pero lo que debería
prevalecer son sus éxitos como banda bien armada, consistente, fiel a un sonido
inconfundible y a la vez siempre atractivo.
Se criticó “Pop” por su excesiva electrónica (cuando lo
único que hacía era adaptar el sonido del grupo a las tendencias del momento). Se defendió lo mismo que se vapuleó “All that you can’t leave behind” por recurrir
a su “sonido de siempre” (cuando en realidad estaba cargado de temas que
redefinirían el sonido de la banda como “Elevation”). Se elogió “How to
dismantle an Atomic Bomb” defendiendo la vuelta a un sonido más crudo, aunque cuando
empezó su exitosa gira de presentación volvieron a aparecer las críticas. Y se
ignoró al más que notable “No line on the Horizon” por su excesiva
grandilocuencia pero falta de honestidad (cuando bien podría haberse entendido
como un riesgo similar al que emprendieron con “Achtung Baby”, pero nadie
pareció entenderlo). Lo cierto es que a pesar de sus intentos por caer bien a
todo el mundo, U2 han llegado a un punto en el que hagan lo que hagan va a ser
analizado hasta la extenuación y probablemente van a seguir apareciendo aquellos
nostálgicos que solo ven válido aquel sonido del que la banda fue bandera en
los años ’80. Pero eso no es así, U2 siguen siendo valientes. Cierto es que
cada vez les cuesta más publicar nuevo material, pero creo que es un grupo que
sigue siendo honesto, que se actualiza sin perder sus cimientos, que no
defrauda aunque muchos se empeñen en pensar lo contrario.
Y llegados a este punto toca hablar de “Songs of Innocence” del
que algunos ya están diciendo que es uno de los mejores discos de los irlandeses
en décadas. No sé si defender esta postura tan manida, pero lo que es cierto es
que para mi ocupará un lugar de cabecera. Es un disco
directo, contundente, más agresivo y descarado que su predecesor y a la vez
inconfundible. Me atrevería a decir que la voz de Bono suena mucho mejor que en
los últimos 15 años, que el bajo de Adam Clayton tiene una presencia más vibrante y sugerente
que nunca, que Larry Mullen Jr. deja sentir su pegada limpia de artificios (tal
y como nos tiene acostumbrados) y que la guitarra de “The Edge” se
escucha más rasgada y potente (tal vez influido por los nuevos productores con
los que han contado para el disco).
“The Miracle (of Joey Ramone)” suena a los ’70 (algunos
dicen que a la inocencia de un joven Paul Hewson) al igual que ocurre con “Volcano” o “Raised by Wolves” y
bien podrían haber estado en alguno de los tres primeros discos de la banda,
aunque claramente actualizados. “Every Breaking Wave” se nos presenta como la
canción más continuista de “No line on the Horizon”, un medio
tiempo clásico del grupo que no nos cansaremos de escuchar una y otra vez. “Cedarwood Road”
es áspera, cruda y con un sonido deudor del “How to dismantle an Atomic Bomb” (¿No os recuerda a "Crumbs from your Table?) y “This is were you can reach me” juega en esa misma dirección.
Yo
destacaría “Song for Someone” principalmente por su intro con una sencilla
guitarra acústica, poco habitual en la banda, y más emocionante que la citada
“Every Breaking Wave” o “California (There is no end to Love)”, que a mi
parecer no aporta demasiado nuevo (sus paralelismos con Coldplay son evidentes). Algo interesante y digno de mención en la
carrera de U2 es la colaboración de Lykke Li en “The Troubles”, un tema que
cierra el disco de una forma tenue y densa, como suelen hacer en todos sus
trabajos, pero que destaca por la mera participación de una voz ajena a la banda,
algo casi anecdótico en su currículum (¿Quién se acuerda de la emocionante “The Wanderer” con
la voz de Johnny Cash?). “Sleep like a baby tonight” suena a los ’80 por su ambiente y sus
programaciones que bien podrían aparecer en un tema de Depeche Mode y supone un
contrapunto al resto de temas del disco más agresivos y guitarreros (el puente con el falsete de Bono es un pequeño regalo para todos sus incondicionales).
Pero creo que la canción
más intensa y completa de esta colección es “Iris (Hold me Close)”, un tema que
resume a la perfección las intenciones de este disco: sonar al pasado, a las
raíces del grupo (que flotan entre finales de los ’70 y principios de los ’80), sin perder el sonido inconfundible de sus guitarras infinitas, aunque
ganando en contundencia y pegada. Parte de la culpa de este sonido que mira a
sus años de “inocencia” la tiene su nuevo productor Danger Mouse, que ha ganado
notoriedad tras imprimir un ambiente endurecido en el magnífico “El Camino” de
The Black Keys y que aquí se deja notar claramente. También Paul Epworth deja
entrever los toques más pop en el disco como ya hiciera con el reciente “Ghost
Stories” de Coldplay. Eso sí, el productor que no podía faltar era Flood, que
se deja caer de nuevo en este disco desde los tiempos de “Achtung Baby” y
“Zooropa” para firmar el tema más desnudo y a la vez más reconocible como futuro himno de esta colección: el mencionado “Song for Someone”.
Ahora solo queda disfrutar de estas 11 canciones de gran
nivel (no nos olvidemos de esto) y dejarse caer por sus recovecos para ser
nosotros mismos quienes saquemos nuestras propias conclusiones,
independientemente de lo que quieran vendernos todos aquellos críticos que se
aproximen al disco. “Songs of Innocence” es todo nuestro.
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