Ya sabéis todos que este año no está siendo nada fácil para
mantener este blog activo. Las temidas oposiciones se acercan y el tiempo
apremia. Pero todo se lleva mejor si le añades un poco de música a la rutina
diaria.
Este último mes se resume entre “Bailar en la Cueva” de
Jorge Drexler, “Sierra y Canadá” de Sidonie, “La Deriva” de Vetusta Morla o el
reciente “Ghost stories” de Coldplay. También sigo dejándome caer entre “El
Rinoceronte” de Elefantes, “Bohemio” de Andrés Calamaro y un disco que lleva camino de convertirse en
clásico, el espléndido “Val Miñor-Madrid” de Iván Ferreiro.
Pero si hoy os quería hablar de alguno de estos discos es de
“Ghost stories” por el efecto balsámico que está proporcionándome. Muchos están
diciendo que Coldplay han vuelto al sonido de sus orígenes (comparándolo con su
álbum de debut “Parachutes”), más íntimo y emocional. Otros nos dicen que estas
nueve canciones suenan aburridas y que no ofrecen nada interesante. Otros
vuelven a arremeter contra sus singles más pop como “A Sky full of Stars”. Y yo
me quedo con la emoción que me transmite. Como siempre, intento dejarme llevar
por las sensaciones que me dejan los discos y no tanto por sus críticas. Y si,
a mí me encanta “Ghost stories”. Me emociona. Me parece muy valiente y muy
sincero. Es un disco que seguro será recordado dentro de unos años por los
riesgos que asumió, por su producción delicada pero asentada en la electrónica
más intimista y los bajos marcados. Y entonces seguro que le lloverán
alabanzas. Parece que muchos críticos solo se conceden hablar en positivo de
algunos discos cuando pasan los años y, por supuesto, son esos mismos críticos
los que no pueden reconocer los aciertos de los grupos que ellos consideran “de
masas”.
Coldplay me siguen enamorando y vuelven a convencerme por su
energía, aunque esta vez sea transmitida de un modo más sosegado. Me descolocan
y a la vez me atrapan cuando escucho un disco tan opuesto a “Mylo Xyloto”, una
fórmula que parecían dominar pero en la que no quieren volver a caer. Y
consiguen que cuando termina la delicada “O” no puedas evitar volver a empezar
por esa maravilla que es “Always in my Head” (que como indica su título se queda siempre merodeando en mi cabeza), vuelvas a mecerte por la
serenidad luminosa de “Ink” o “True Love”, te rindas a sus pies con la
enigmática y brillante “Midnight” (creo yo que todo el mérito de la canción no
es de Jon Hopkins, ¿verdad?), vuelvas a su desnuda sencillez de antaño con
“Oceans” y te levantes después de haber caído con “A Sky full of Stars” (con unos coros finales que recuerdan al cierre de "Viva la Vida" e incluso con un guiño a "Brown Sugar").
Me
parece un disco soberbio, arriesgado y a la vez sereno, como sabiendo en qué
lugar están como grupo, pero sin querer conformarse con lo cómodo, sin repetir
fórmulas. Como reza su single “Magic”, a este disco tal vez le faltan
guitarras, pero tiene mucha magia (para aquel que se aleje de prejuicios y
quiera escuchar).
Sé que a algunos os parecerá exagerado, pero definitivamente
“Ghost stories” consigue llenarme los días de esperanza y afrontar la realidad
con un poco más de calma.
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