Todavía sigo ahí. Cinco días
después de presenciar el mayor espectáculo musical del momento sigo congelado
en ese instante mágico en el que las luces se apagaron, las pulseras empezaron
a brillar y la música estalló en forma de intensa energía, en una perfecta
combinación de luz, color y buenas vibraciones. Sigo en el Estadio Olímpico de
Montjuic rodeado de otros 55.000 seguidores más en perfecta comunión para
compartir una velada única con Coldplay. Y es que los conciertos de esta gira
“A Head Full Of Dreams” se convierten en un ejemplo de comunión entre
público y artista a gran escala. Todos formando una misma cosa. Todos vibrando y sintiendo en
primera persona cada uno de los temas que presenciamos en la inolvidable
velada.

Coldplay regresaban a Barcelona
después de 7 años, cuando presentaron su enorme éxito “Viva la Vida”. La noche
del 4 de septiembre de 2009 el concierto de los británicos fue correcto aunque no destacable,
centrado tal vez en exceso en el disco que venían a presentar. Pero en ese
concierto falló el sonido en varias ocasiones y no terminó de redondearse la
jugada. Tal vez por eso las ganas de volver a ver a Coldplay eran mayores,
deseando que esta vez nada enturbiase la velada. Y así fue. Nada falló, tal vez
porque todo está calculado al milímetro en este espectáculo, y quizá eso sea lo
único reprochable, pero es que lo que se vivió en Montjuic el pasado viernes 27
de mayo fue único. Una auténtica fiesta, una celebración por todo lo alto de la
VIDA. Durante las dos horas de concierto todos los presentes olvidamos lo
que dejábamos fuera del Estadio y nos dedicamos a celebrar con intensidad nuestra
unión. Esta vez sin problemas que pudieran dejarnos un poso amargo. Esta vez
era todo un festejo que Coldplay estaban dispuestos a ofrecernos desde el
primer minuto. Porque apenas hubo tiempo para el descanso (únicamente en los
dos pequeños sets acústicos) y desde que arrancaron con “A Head Full OF Dreams”
el espectáculo se convirtió en una combinación de fuegos artificiales, lluvias
de confeti, luces intermitentes y sobre todo buena música, porque no nos
olvidemos que hemos venido a un concierto, a disfrutar de lo que la banda mejor
sabe hacer, que es ofrecer canciones de alto nivel. Todo ello aderezado con
múltiples carreras por la pasarela de Chris Martin (y más explosiones de confeti). Pero no sólo se quedaron en
la forma, ya que en todo momento mostraron sus dotes en la composición más
precisa que sabe llegar a todo el mundo y en la ejecución milimétrica. Esta vez Chris Martin estuvo más que
correcto con su voz, que no le jugó malas pasadas como en otras presentaciones
sonadas, y supo combinar a la perfección su papel de frontman con el de
pianista más íntimo o guitarrista desenfadado.
Tras un arranque apoteósico, los
compases de “Yellow” se dejaron sentir acompañados de un mar de luces amarillas para dejar paso después a “Every Teardrop is a Waterfall” y demostrar así que
el concierto no iba a darnos ni un respiro. O tal vez sí, porque
inmediatamente después abordaron uno de sus temas más íntimos como es “The Scientist”
y el público quedó igualmente maravillado por la ternura y emoción contenidas
en boca de su protagonista. Porque Chris Martin maneja el timón de la banda y
se convierte en el protagonista por excelencia (tal vez a los otros tres
miembros del grupo les falte algo de carisma aunque cumplan bien con su papel).

La noche no dio tregua y volvió a
la carga con otro tema vitalista de su último álbum “Birds” para dar paso
después a la explosión de “Paradise”, que se prolongó con un remix pregrabado
para permitir que el grupo se trasladase a un escenario circular en la parte
central del Estadio. Ahí tuvo lugar uno de los momentos más cálidos al
interpretar la sentida dedicatoria de Chris Martin a Gwyneth Paltrow en
“Everglow” así como otras dos joyas de su anterior disco en clave más acústica como
“Ink” o “Magic”, con el cuarteto formando un semicírculo que recordaba a la
intimidad del local de ensayo enmarcada por un enorme mandala azul en la
pantalla gigante del escenario principal.

Dejando la intimidad a un lado arremetieron con el siempre efectivo “Clocks” y su dinamismo colorista en los
efectos láser, seguida de una interpretación parcial y pregrabada de
“Midnight” (¿cómo si no se puede interpretar este tema en directo?) que
desembocó en el mar de color de “Charlie Brown” y su potencia desbordada. Siguieron con uno de sus últimos himnos, o que pretende serlo, “Hymn for the
Weekend”, donde fuimos sorprendidos por unas potentes llamaradas de fuego en
combinación con los coros de una Beyoncé enlatada, que tal vez desmereciera a
la interpretación por no intentar transformar la canción al faltar en Barcelona
la artista invitada. Tras la intensidad vino la reflexión y la emoción en forma
de canción con “Fix You”, que arrancó con la base de “Midnight” sobre la que se
fundió este clásico de los británicos perteneciente a su tercer disco de estudio
“X&Y” (el gran olvidado de la noche). Con “Fix You” confieso que se me
saltaron las lágrimas, que entendí en ese preciso instante por qué no soy capaz de vivir sin música y comprendí el sentido de mi vida marcada siempre por un puñado de canciones. Si era difícil
mejorar este momento llegó el homenaje a Bowie con una interpretación de
“Heroes” bastante fiel al original seguido de “Viva la Vida”, una de las
canciones más redondas del pop de todos los tiempos. La melodía perfecta, el
estribillo incansable, la canción por excelencia que nunca me cansaré de cantar
y vibrar con ella.

El concierto acabó su grueso
antes de los bises con “Adventure of a Lifetime” de nuevo con un Estadio
totalmente entregado e interactuando con Chris Martin cuando éste pidió al
público agacharse para estallar todavía más en un salto de júbilo en la parte
final de la canción. Estaba claro que el espectáculo iba a continuar, pero de
nuevo en clave más íntima. Con una grabación del tema “Kaleidoscope” de fondo
el cuarteto se trasladó hasta un pequeño escenario en el extremo opuesto al set principal para interpretar la sugerencia de una de sus fans que desde la pantalla gigante les pedía “Trouble”,
con la que conoció al grupo hace más de 15 años (como también en su día me
pasó a mí). Y tras una interpretación sencilla seguida desde las pantallas
para los que estábamos en la parte de delante, llegó el clásico de Chuck Berry
“Johnnie B. Goode” dedicado a los hijos del cantante, terminando este apartado
acústico con “See You Soon”, un regalo exquisito para los que conocemos los
recovecos de toda su discografía, con una interpretación tremenda a la
guitarra de manos de Chris Martin.

Y así, casi sin darnos cuenta, llegamos a la recta final con el optimismo sereno de “Amazing Day” y la
vuelta a lo más alto con “A Sky Full Of Stars”, un preludio de lo que sería
este último disco que aparecía en su anterior entrega más introspectiva “Ghost
Stories”. El público ya no sabía a dónde mirar. Desbordado por el confeti y los
efectos multicolor de las pulseras “Xylobands” y abrumado por un espectáculo
irrepetible despedimos a Coldplay con su último single “Up & Up” del que
nos mostraron su fantástico videoclip en la pantalla gigante al fondo del
escenario mientras Chris Martin, John Buckland, Guy Berryman y Will Champion
ponía fin a su particular fiesta, porque insisto, lo que vivimos el viernes no es un
simple concierto, es una fiesta mayúscula que todos deberíamos experimentar alguna vez.

Podemos recriminar tal vez que
Coldplay abuse en algunos momentos de las programaciones (principalmente teclados o efectos de sonido pregrabados) incluso en sus directos, aunque
también lo hacen muchos otros “grandes” como U2, pero queda claro que el grupo
persigue un único objetivo: hacernos vibrar como si los 55.000 presentes
fuéramos uno más del grupo. Y para conseguir eso podemos perdonarles alguna
licencia (incluso que se quedasen en el tintero “In My Place” o “Speed of Sound”). Yo por mi parte así lo hago, porque la forma en este caso justifica
un fondo que pretende ante todo hacernos disfrutar al máximo y formar parte de una
GRAN CELEBRACIÓN. ¿Y qué más se le puede pedir a un buen concierto?
Así, seguro de que el recuerdo
del 27 de mayo no se conseguirá borrar nunca, continúo con mi “cabeza llena de
sueños” y mi corazón todavía acelerado por este placer incomparable.
Muchas gracias a Olga Ferrer por esta magnífica foto desde las gradas